China Files estuvo en las protestas de Hong Kong. Tras varios días de desobediencia civil, la situación está llegando a un punto en el que Beijing ha optado por esperar a que la protesta muera sola. Esto podría muy bien suceder si los manifestantes pierden el apoyo de los ciudadanos de Hong Kong a causa de las disrupciones que genera la protesta en una ciudad donde el tiempo es oro.
"Aquí nadie nos está organizando", dijo Andy (el nombre no es real), un estudiante que cuidaba una barricada improvisada en el carril norte de Queensway, una de las entradas menos transitadas a la campaña de desobediencia civil que cumple ya 10 días.
A las 7pm esta esquina suele ser una de las más congestionadas de la ciudad. Hoy está prácticamente desierta. Andy, un estudiante de Justicia Criminal de 18 años hablaba con orgullo: "Todo esto que usted ve es organizado por nosotros mismos. Es espontáneo. La gente viene porque quiere. Nadie nos está obligando a que estemos acá".
Pero hay dos organizaciones que al menos dicen llevar la voz de la protesta: la Federación de Estudiantes y Occupy Central with Peace and Love. La primera es, como su nombre lo indica, de estudiantes; mientras la segunda es liderada principalmente por académicos como Benny Tai, un abogado y sociólogo. Su influencia es en especial simbólica, pues ninguna de las organizaciones constituye un cuerpo propiamente político, y las adhesiones y simpatías, como aclaró Andy, no están formalizadas.
Al recorrer las avenidas de Central, uno de los barrios más antiguos de Hong Kong, hoy poblado de rascacielos como el resto de la isla, y donde están ubicadas las oficinas de gobierno y algunos de los edificios financieros más importantes, en efecto es impactante observar el ambiente calmo y ordenado de la protesta.
Casi no hay tonadillas y consignas, pero tampoco saqueos o vandalismo. Los manifestantes, que en su mayoría son jóvenes que oscilan entre los 15 y los 25 años de edad, aguardan pacientes, sentados sobre el asfalto. La manifestación parece, en la mañana, la espera para un concierto de rock; en la tarde, un dibujo de ¿Dónde está Waldo?, porque en la multitud todos parecen estar haciendo algo distinto; y por la noche el concierto de rock propiamente, pero como si los músicos hubieran hecho una pausa (permanente) entre una canción y otra.
En sus propias palabras, los manifestantes están luchando por la democracia. Durante el último año los habitantes de la isla de Hong Kong han visto cómo Beijing ha definido mecanismos para las elecciones de 2016 (a la asamblea legislativa) y de 2017 (a la cabeza ejecutiva), que no siguen los estándares de lo que dicen prometió el gobierno de la República Popular de China, cuando recibió esta ciudad luego de 99 años de ser una colonia británica. Los habitantes de Hong Kong están en buena medida luchando por unas normas (y su interpretación) que Gran Bretaña y China negociaron para ellos entre 1982 y 1985, durante los gobiernos de Margaret Thatcher y Deng Xiaoping, el reformista sucesor de Mao Zedong.
Gran Bretaña negoció con China la entrega en 1997 de la isla, con condiciones para que hubiera "un país, dos sistemas". Es decir, que Hong Kong hiciera parte de China pero que se mantuvieran libertades democráticas como la libertad de expresión, prensa, reunión y voto, durante 50 años.
Hong Kong pasó de ser colonia británica a Región Administrativa Especial de China en 1997. A diferencia de muchas ex colonias, Hong Kong no estaba dejando el imperio para ser independiente sino que estaba cambiando de manos. La preocupación que ha animado a esta, y otras marchas anteriores, es si este cambio implica una pérdida gradual de autonomía o si China va a cumplir su promesa.
"China prometió que Beijing mantendría la democracia en Hong Kong durante cincuenta años", dijo Andy desde su barricada. "Nosotros queremos que China se mantenga en su palabra. Nosotros queremos votar en elecciones libres".
Beijing prometió un "alto grado de autonomía" a Hong Kong durante cinco décadas. Muchas de las tensiones y conflictos giran en torno a la definición de términos como "autonomía", "libertad" y "democracia", pues la "democracia con características chinas" no es la misma que proponen los estudiantes de Hong Kong, o los movimientos pro-democracia.
"El gobierno comunista de China ni siquiera es comunista. Simplemente es una máquina totalitaria y el presidente Xi Jinping es peor que todos sus antecesores", dijo Edward Chin, ex administrador de hedge funds y uno de los líderes de Occupy Central, que representa en el movimiento a personas influyentes del sector financiero de Hong Kong. Hace dos semanas le envió una carta a Xi Jinping en la que le exigía que mantuviera la promesa de abrir el sistema democrático. Lo hacía en nombre de más de 70 líderes del mundo financiero, que sin embargo prefiere mantener anónimos. "Él es peor que Jiang Zemin y Deng Xiaoping. Xi Jinping se piensa a sí mismo como Mao".
A la sugerencia de que Xi Jinping ha dicho querer parecerse a Deng Xiaoping, Chin hizo un gesto de impaciencia: "Deng era un reformista. Su única equivocación fue ordenar la masacre de Tiananmen, pero él era en esencia un líder que hizo importantes reformas".
Después de 20 años (de los 50 en total que Hong Kong tendrá libertades especiales), y bajo el liderazgo de Xi Jinping, Beijing aprobó que hubiera sufragio universal en la Región Administrativa Especial, algo que los habitantes de la ciudad buscaban obtener desde 1997. En la actualidad, el cargo de Jefe Ejecutivo es elegido mediante elecciones realizadas por un Comité Electoral de 1.200 miembros.
No obstante, esta concesión estuvo acompañada de un "pero" que para los miembros de partidos o movimientos pro-democracia, como Chin, equivale a un engaño. Según la reforma electoral que rige para las elecciones de 2017 a Jefe Ejecutivo, y que fue aprobada hace un mes, se estipula que un comité del Partido Comunista tendrá la posibilidad de vetar a los candidatos que se presenten a elecciones.
"Ninguna persona está contenta con la decisión final. No tiene la menor posibilidad de ser aprobado un candidato que sea pandemocrático ", añadió Chin. En Hong Kong, los "pandemocráticos" son aquellos que luchan a favor de una reforma que le otorgue plenas libertades democráticas a la isla.
Algunas personas, sin embargo, tampoco están contentas con la protesta: "Yo no apoyo esta campaña porque no es una movida inteligente por parte de Hong Kong, si quiere negociar", dijo Wong (el nombre no es real) una agente inmobiliaria de procedencia china que vive en Hong Kong. "Yo no nací en la ciudad, pero esta opinión también la han expresado colegas mías que sí son de acá. El bloquear calles y paralizar a Hong Kong no va a despertar el apoyo de las mayorías. El gobierno de China lo va a considerar un chantaje y será más difícil que ceda".
Si bien una de las características más sobresalientes de las protestas, como se dijo, es su alto nivel de organización práctica sin haber una cabeza única al mando, o un solo grupo que la dirija, esta virtud también podría ser su mayor debilidad si llega a darse la posibilidad de negociaciones. Desde el martes, los líderes visibles de la protesta evitan emplear ante los medios el término Occupy Central, y prefieren hablar de "la Revolución de los Paraguas", quizás para conciliar a la Federación de Estudiantes y a Occupy Central with Peace and Love.
Entretanto los manifestantes, como ya se dijo, esperan, y el gobierno de Xi Jinping ha optado por seguirles el juego de paciencia. Es, al menos, lo que afirma una fuente citada por el Wall Street Journal. Según el diario, Beijing ha dado la orden de no agredir a los estudiantes y esperar a que la misma ciudad se canse de las inconveniencias prácticas generadas por tener el centro de la ciudad bloqueado.
Es, además, lo que parece confirmar el anunció hecho el miércoles por Leung Chun-Ying, el Jefe Ejecutivo de Hong Kong. Dijo que "el consenso es esperar y lidiar pacientemente con la crisis". Es su primera declaración pública desde el domingo en la noche, cuando la policía lanzó gas lacrimógeno a los manifestantes, una decisión que generó un amplio rechazo entre la opinión pública de Hong Kong.
Como escribió la abogada Kelly Kang el martes en su columna del diario de Hong Kong, South China Morning Post, "con los arriendos en las nubes, el cierre de un negocio pequeño, así sea por unos pocos días, puede destruirlo […]. En esta lucha por la democracia también podemos estar destruyendo muchos sueños, no mediante el gas lacrimógeno y pimienta, sino mediante algo que también es peligroso: la disrupción".
Los anuncios a futuro, sin embargo parecen prometer más disrupciones. El vicepresidente de la Federación de Estudiantes, en una rueda de prensa que concedió el miércoles en la tarde, exigió la renuncia inmediata del Jefe Ejecutivo, Leung, para levantar la manifestación, y amenazó con que si no renunciaba el jueves, comenzarían a ocupar los edificios del gobierno.
China, por lo pronto, ha lanzado un mensaje reiterativo a través de publicaciones en la prensa oficialista: en Hong Kong no habrá otro Tiananmen.
Artículo producido para El Tiempo, Colombia
También puedes leer:
– #OccupyCentral: ¿una minoría en Hong Kong?
[Crédito Foto: Santiago Villa/Archivo China-Files]