Familiares, activistas y defensores, inquietos ante la situación y futuro del reconocido abogado que fue liberado esta semana. El cómo se gestione su año posterior a la prisión indicará el potencial trato que recibirán los disidentes en los próximos años bajo el mando de Xi Jinping.
En menos de cuatro años Gao Zhisheng pasó de ser uno de los abogados más apreciados por el Estado chino a ser uno de los más perseguidos. En el año 2001, el Ministerio de Justicia de China celebró a este litigante de la provincia de Shaanxi, hijo de un minero de carbón que murió a los 40 años, cuando Gao Zhisheng era apenas un niño, por ser "uno de los 10 Mejores Abogados de China".
Se especializaba en compensaciones por malos tratamientos médicos, abusos en el campo empresarial y disputas de tierras, entre otros.
Poco a poco comenzó a pisar los callos de grupos de interés poderosos y del gobierno. Por ejemplo, defendió a personas desplazadas forzosamente cuando la epidemia SARS de 2003, y asumió temas más sensibles que eventualmente acabaron con su carrera en China, pero que también lo convirtieron en un ejemplo para toda una generación de abogados defensores de derechos humanos.
"Ciertamente es un modelo a seguir para los abogados de derechos humanos, porque desde la década de los noventa, se han introducido muchas leyes luego de la Revolución Cultural", dijo Shiwei Ye, Alto Oficial de Programas de Human Rights China, organización con sede en Hong Kong y en Nueva York.
"Sin embargo, muy pocos abogados han podido asumir estos temas. Inspiró a muchos que vinieron después. En los últimos 3 ó 4 años hemos visto una mayor cantidad de abogados de derechos humanos y una mayor sofisticación".
Lo visitó por primera vez la Seguridad del Estado cuando asumió la defensa de miembros del controversial grupo Falun Gong, para algunos un movimiento espiritual que busca "la verdad, la benevolencia y la tolerancia" mediante prácticas como la meditación, qi gong o enseñanzas éticas, para otros, una secta con tendencias ultraconservadoras y racistas al enseñar que las "razas mezcladas" no tienen una correspondencia en el Paraíso, a diferencia de las "razas blancas y amarillas", o que la homosexualidad es una aberración.
El grupo llegó a tener una amplia acogida en China a finales de los años noventa, hasta que fue prohibida por las autoridades en 1999, cuando el Estado chino la declaró una "organización herética" que amenazaba la estabilidad interna. Fue entonces que inició una agresiva represión contra el grupo, que fue el motivo por el que Gao levantó su voz.
Según una entrevista que concedió al New York Times en el 2005, Gao dijo que los agentes visitaron su oficina y en medio de una conversación trivial "sugirieron que Falun Gong era más un tema político que un tema legal, y que quizás era mejor dejarlo en manos de los políticos. Fueron muy cordiales".
Pero los casos que seguía no se limitaban a la defensa de disidentes religiosos. La Oficina Judicial de Beijing, la autoridad supervisora, le advirtió abandonar ciertos litigios a riesgo de perder su tarjeta profesional. Entre ellos un caso petrolero en Shaanxi y un episodio de descontento social en Guangdong.
Su lucha comenzaba a tornarse contra el sistema. Con cada vez mayor frecuencia, las demandas que interponía por ocupaciones de tierra, abusos policiales, corrupción y libertad de culto se hacían teniendo como oponente al Partido Comunista.
"¿Cuáles son los casos más sensibles en China? Las líneas rojas se mueven y son impredecibles", dijo Shiwei Ye. "Existen los temas duros, como la masacre de Tiananmen en 1989 y Falun Gong. Pero la sensibilidad también gira en torno a quién está involucrado, qué grupo de interés está detrás de cada caso. Usted puede tener un caso de ocupación de tierras que involucra a una persona influyente".
Gao sabía bien que había iniciado una cuenta regresiva. En el año 2005, pocos meses antes de que perdiera su tarjeta profesional y un año antes de que desapareciera por primera vez a mano de las fuerzas del Estado, le dijo en la misma entrevista al New York Times: "No se cuánto tiempo más tengo para seguir haciendo mi trabajo. Pero utilizaré cada minuto para exponer las barbáricas tácticas de nuestros líderes".
En 2006 fue arrestado, y Gao se convirtió en el tipo de abogado que se enfrenta contra la ley misma en los juzgados siendo, a la vez, el acusado y su propia defensa, como Nelson Mandela durante los famosos "Juicios por Traición" de 1960. Fue condenado por "incitar a la subversión del poder estatal" y recibió un castigo de tres años de prisión.
Luego se le impuso una sentencia suspendida de cinco años, durante la cual pudo permanecer fuera, bajo estricta supervisión, pero en el 2007 la policía volvió a detenerlo por 50 días, días en los cuales Gao denunció haber sido torturado.
El 16 de diciembre de 2011, a pocos días de terminar la sentencia suspendida, las autoridades la revocaron, y lo enviaron a una prisión de Xinjiang a cumplir entonces la primera pena impuesta: tres años.
El 7 de agosto terminó su condena. Según fuentes de oficinas de derechos humanos y entrevistas a su esposa, quien se encuentra exiliada en Estados Unidos con sus dos hijos, su salud no está bien y tiene problemas dentales.
Pero aunque tiene libertad de movimiento, se mantiene en firme y por un año una privación a sus derechos políticos, castigo que es permitido por una ley aprobada en el 2007, y está bajo vigilancia permanente de la policía.
Lo que suceda en adelante con Gao Zhisheng dará indicios importantes sobre cómo va a tratar el gobierno el tema de los disidentes y los defensores de derechos humanos. Hasta ahora, se ha dado un apretón: "Hay una realidad en el terreno y es que han aumentado la cantidad de abogados de derechos humanos", dijo Shiwei Ye.
"Creo que el apretón se debe a esto. A miedo porque la comunidad de abogados es mayor y amenaza al gobierno. También están tocando las puertas de las instituciones gubernamentales para lograr reformas agrarias y estableciendo contactos con organizaciones no gubernamentales".
Si a Gao Zhisheng se le permite salir del país para reunirse con su familia o se relaja la vigilancia en torno a él, sería una señal positiva para las organizaciones de derechos humanos. De lo contrario, auguran que el futuro para ellas puede ser sombrío.
Artículo producido para el periódico El Tiempo, Colombia
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