Una megalópolis del tamaño de Uruguay, con 130 millones de personas conformarán JingJinJi: la gran obra del presidente chino Xi Jinping. La megalopoli surgirá de la integración administrativa y económica de Beijing, Tianjin y la provincia de Hebei.
El presidente Deng Xiaoping en los años ochenta dejó su zona especial en Shenzhen, hoy una de las ciudades más ricas de china, una década más tarde, la administración de Jiang Zemin promovió la industrialización del delta del Yangtsé, que designó la zona de Pudong como centro financiero de la nación. Xi quiere dejar JingJinJi. La inversión para la creación de esta megalópolis es de 42.000 millones de yuanes.
El producto bruto de la zona es de 1.000 millones de dólares, el equivalente al de toda Corea del Sur. Pero la riqueza no está distribuida de manera uniforme: el PIB per cápita de Beijing es de 15 mil dólares, mientras que en Tianjin es de 11.500 y 6.300 dólares el de Hebei.
La decisión de crear Jing-Jin-Ji surge de la idea de organizar el territorio de acuerdo con las nuevas exigencias de la China contemporánea: la superación del viejo modelo de desarrollo y la creación de una forma más eficiente, moderna y sobre todo integrada.
Los predecesores del Presidente Xi Jinping y Li Keqiang – Hu Jintao y Wen Jiabao – han tratado de reequilibrar el crecimiento de China mediante la inversión en las zonas desfavorecidas, pero no han podido hacer frente a los problemas estructurales de la economía y lograr un crecimiento sostenible. En este sentido, el Jing-Jin-Ji, de hecho, ya existe: es una periferia urbana de cemento. El problema básico, de acuerdo con los dirigentes chinos, es que la administración de las tres áreas es independiente.
La división también produce contaminación, porque no hay un sistema de transporte integrado. Fortalece diferencias y paralelas burocracias. La provincia de Hebei, las ciudades de Beijing y Tianjin controlados directamente por el gobierno central (mismo rango que Shanghai y Chongqing).
Beijing es además el hogar de los principales órganos del Partido, el gobierno y el ejército. También es la capital cultural del país, las universidades más importantes, sus ciudadanos se benefician de un mejor acceso a la educación, la sanidad, la cultura y la administración, en comparación con las de Tianjin y Hebei. En una serie de discursos recientes, Xi Jinping se ha planteado el desarrollo coordinado entre las tres regiones. Lo hizo como jefe del recién formado Comité de la supervisión general de las reformas, un cuerpo que el Partido ha creado en noviembre pasado para tomar el control de las reformas emprendidas en el tercer Plenario, uno de las reuniones políticas más importantes de China.
La centralización, combinado con la campaña contra la corrupción, sirve para superar los intereses – a menudo contradictorias – de los potentados locales. Es un desafío enorme, pero varios analistas creen que todos los movimientos recientes de Xi para consolidar su poder van en esta dirección. El presidente, sin embargo, necesita un producto visible y tangible para poner en el escaparate de su "sueño chino".
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