En la sinología de esta semana se analizan los últimos cuarenta años de las relaciones comerciales, culturales y políticas entre China y México. En 1972, poco después de romper relaciones con Taiwán, México se estableció como el cuarto país de América Latina en establecer relaciones formales con China, luego de Cuba, Chile y Perú. A pesar de algunos vaivenes durante los años ochenta, hoy la relación está más viva que nunca. Durante el decenio de los setenta – debido a su liderazgo político entre los países del tercer mundo y en particular en América Latina–, México tuvo una presencia internacional importante que le permitió promover el diálogo Sur-Sur. En esos años, México desempeñó un papel relevante para que la República Popular China (en adelante, China) recuperara su lugar en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y, así, promovió la firma del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países el 14 de febrero de 1972, en la que reconoció a China como la única nación que ostenta la soberanía de todo el territorio chino. Obviamente, este hecho significó el rompimiento de relaciones diplomáticas con la China Nacionalista de Taiwán, en noviembre de 1971.
México se convirtió así en el cuarto país de América Latina en establecer relaciones formales con China; los primeros fueron Cuba, Chile y Perú.3 El paso de México, dado su peso político y económico en la región, generó confianza en otros países latinoamericanos para tomar una decisión similar. Entre 1970 y 1977 China estableció relaciones diplomáticas con 11 países de la región.
En el decenio de los ochenta, la relación se enfrió debido a los problemas económicos de México durante 1981 y 1982, y a la puesta en marcha de un modelo de desarrollo económico que, al buscar la diversificación comercial y mercados externos, olvidó plantear una estrategia comercial respecto a Asia, y a China en particular. Para este último país, el decenio de los ochenta a la estructura económica, así como inestabilidad social, lo que dejó dudas acerca de la factibilidad de su modelo económico y su sustento político. Ello explica el zigzagueante avance en el proceso de reforma y apertura económica que inicio China a finales del decenio de los setenta (1978), y cuyo clímax fueron los hechos de Tiananmen en 1989.
La tercera etapa en las relaciones entre China y México corresponde al decenio de los noventa, cuando ambos países tienen ya algunos resultados de sus procesos de cambio económico y modelo de desarrollo. Ambas naciones se insertan en el fenómeno de la mundialización, las dos con modelos de desarrollo económico semejante, pero con resultados, ya desde entonces, opuestos. Mientras China empieza a fincar las bases para un despegue hacia el desarrollo, con lo que Song Xiaoping llamó “la tercera revolución china”, México entra a una segunda fase de deterioro económico y social, del que no se ha podido recuperar. En esta etapa, surgen los primeros problemas comerciales entre ambos países, que los hace confrontarse abiertamente.
La cuarta y última etapa sucede desde finales del decenio de los noventa hasta el inicio del segundo decenio del siglo XXI, en la que predominan, junto a acuerdos y proyectos de vinculación en diversas áreas, grandes desacuerdos tanto de índole política como económica, que los han llevado a la emisión de notas diplomáticas y declaraciones aclaratorias sobre asuntos de competencia interna en cada país.
Debido a esos desencuentros y a los intereses opuestos de ambos países, en particular en los ámbitos de los mercados económicos, nacionales e internacional, y de política exterior (México abandonó en los hechos los principios tradicionales en la materia por la política neoliberal, de mercado y cortoplacista), México y China no han logrado desarrollar todo elpotencial de su relación. Ese obstáculo podría mantenerse en los próximos años, en un entorno económico internacional en el que México se presenta como una economía capitalista y abierta a la competencia mundial sobre reglas claras, mientras que China lo hace aún como una economía socialista de mercado, lo que en el fondo le ha generado mejores dividendos en la relación bilateral.
A continuación, se analiza de manera breve cada una de estas etapas; sobre todo se destaca la última, ya que es la que tiene más elementos para el análisis de la relación actual, pero sobre todo, futura.
PRIMERA ETAPA, 1972-1978: ACERCAMIENTO MUTUO E IDILIO
En esta etapa hubo pocos vínculos entre ambas naciones debido a que durante el periodo 1949-1971 México no tuvo relaciones diplomáticas con China; éstas fueron sólo de índole informal, mediante los partidos políticos mexicanos y algunas actividades de cooperación artística, cultural y educativa.
Sin embargo, durante el decenio de los setenta y luego del restablecimiento de las relaciones diplomáticas, México fue el país de América Latina más vinculado a China. De hecho, una de las estrategias de la apertura económica gradual del territorio de China se basó en el conocimiento de la forma en la que operaban las zonas francas mexicanas.
México fue uno de los principales países de lengua española a los que China envió a formar a sus estudiantes en ese idioma entre 1974 y 1987, lo que le permitió al segundo país formar cuadros hispanoparlantes para el gobierno en los años posteriores.
Todavía en los años del socialismo real, a pesar de no haber relaciones diplomáticas, ambos países mantuvieron intercambios económicos de bajo perfil, debido a que, ante contingencias naturales o de la conducción del socialismo real.
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Texto publicado originalmente en la revista BANCOMEXT
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