Huaxi es un pueblo construido en medio del campo, a poco menos de una hora de Shanghai. Hace apenas 50 años era una comunidad agrícola pobre, típica del este de China, hogar de 2.000 campesinos. Hoy, es un pujante pueblo que tiene una réplica de la Casa de Ópera de Sidney, del Arco del Triunfo en París y hasta de la estatua de la libertad, y acoge a más de 380 familias que tienen al frente de su lujosa casa, un coche costoso y abultadas cuentas bancarias.
Es el pueblo de los millonarios chinos. El símbolo del éxito económico del pueblo es una mole de cristal y metal que mide 328 metros de altura y que costó 470 millones de dólares. Dentro, alberga el Longxi International, un hotel cinco estrellas en donde la noche en una suite, cuesta 12.000 dólares. Los 328 metros exactos que mide la torre no son fruto del azar: es la misma medida que el edificio más alto de Beijing y suma el 32, número asociado a los negocios, más el 8, asociado a la prosperidad. La atracción principal del edificio es una escultura de un buey hecha en oro macizo y que pesa una tonelada. Centenares de chinos posan con el animal dorado diariamente.
A pocos kilómetros de la torre insignia de la ciudad, hay una casita blanca con techo de paja y una pequeña placa. Fue la primera fábrica de Wu Renbao, el ideólogo de este prodigio. Allí empezó a producir tornillos con una máquina elemental, con tan sólo 17 años de edad. La estructura es uno de los símbolos del pasado humilde y duro del pueblo. En esta fábrica de tornillos Wu trabajaba 14 horas al día pero tenía una visión clara. Creía en el trabajo organizado para producir riqueza. Poco le importaba -según declaró a los medios chinos- la política y los largos discursos de los líderes del país. Sin embargo gracias a las buenas relaciones que tenía en el partido, tomó el poder del pueblo en 1963. En 40 años de trabajo creó 12 empresas cooperativas que son consideradas propiedad de Huaxi, y un modelo de eficiencia que opera en diferentes rubros, desde el siderúrgico al textil. El pueblo cuenta entre otras, con una fábrica de misiles y con una moderna productora de autopartes.
Los trabajadores obtienen poco dinero en efectivo por el trabajo que realizan y el 95% de sus dividendos debe ser reinvertidos en la comuna. Pero a cambio reciben la posibilidad de vivir como millonarios, con todos los lujos posibles. Si los habitantes salen del pueblo, pierden automáticamente estas ventajas. Este es uno de los principales distintivos del pueblo, considerado “el más socialista de China” pues todos trabajan incansablemente para un estándar de vida elevado para todos. En 1963 la población de Huaxi no llegaba a las mil personas y los activos colectivos eran de 25.000 yuanes (4.000 dólares). En 2013 el pueblo produjo 58.300 millones de yuanes (8.325 millones de dólares), según la agencia oficial china Xinhua.
Para Wu Renbao, el modelo principal de Huaxi fue la lujosa Dubai. “Si ellos lo hicieron en medio del desierto nosotros también podemos hacerlo”, fue el pensamiento de Wu explicado en entrevista con la cadena de televisión china CCTV. Y para lograrlo, pondría por encima de todo un sistema de producción organizado, pues su lema, como explicó a la cadena de televisión era: “la producción es lo más importante”.
Su hijo mayor Wu Xie, quien tomó el poder del Partido Local cuando Wu Renbao se retiró, en 2003, completa la fórmula, “La economía colectiva, que se distingue por la prosperidad común, es la clave del éxito de Huaxi”, dijo a Xinhua. La mayoría de los pueblerinos nació allí y ha visto con sus propios ojos la transformación. Otros se instalaron luego de pagar a la comuna -con la instalación de fábricas o con dinero contante y sonante- el permiso de residencia.
Quienes no disfrutan de ese permiso de residencia -unas 30.000 personas que igualmente viven en Huaxi-, no gozan de los mismos beneficios: ni las casas, ni los coches, ni los privilegios mensuales a los que acceden los otros habitantes del lugar. “Es cierto que vivimos muy bien, pero muchas veces la prensa extranjera exagera un poco”, dice a China Files Pan Zhexin, una empleada en un negocio residente en Huaxi. Aun así, admite que tiene una casa muy bonita y que su familia tiene un buen coche, del que no recuerda la marca. “Vivimos tranquilamente, trabajamos mucho, pero la nueva generación de Huaxi no es tan sacrificada como la anterior”, agrega.
Mei, una joven directora de un hotel, dice que ya no se preocupan tanto por el dinero, pues “ahora nos sentimos tranquilos, ya hemos ganado lo suficiente. Lo que nos importa es trabajar como comunidad”. Pero no todo son rosas para Wu, quien falleció el año pasado de cáncer de pulmón.
Sus detractores lo acusan de haber creado un régimen piramidal en cuya cúspide están sus familiares y en cuya base están esas 30.000 personas que no tienen el permiso de residencia y que se ocupan de las tareas de servicio. Para sus opositores, el hecho mismo de que su hijo lo hubiera sucedido en el poder es prueba del nepotismo en el sistema.
Por otra parte, hay preocupaciones sobre el futuro del pueblo. Al igual que el resto del país, Huaxi se enfrenta con el desafío de cambiar de modelo de producción. De una producción barata (por los costos y por la mano de obra) y contaminante se debe a pasar a una más cara y verde. En 2013, según lo indica Xinhua, el pueblo ganó un tercio menos que en los años anteriores en la producción metalúrgica.
Esta disminución se debe al aumento de los costos de los materiales y la mano de obra, a la expansión de las empresas rivales en ciudades cercanas y a la caída de la demanda tanto en el extranjero como en China. “El éxito de Huaxi se dio en un contexto muy especial, en el momento adecuado y con las personas adecuadas. Por eso no se puede repetir. Si quiere seguir adelante, debe cambiar”, dice a China Files el analista económico Zhang Ping. La expansión territorial también es cada vez más cara.
En las últimas dos décadas, Huaxi tragó 12 pueblos vecinos. La terminología oficial afirma que esos pueblos están "unidos a Huaxi", pero la realidad parece más a la expansión utilitaria de una empresa, mediante la adquisición de un terreno. De esta manera, esos pueblos pasan a ser administrados por la jurisdicción de Huaxi con lo que mejoran sensiblemente su calidad de vida.
Sin embargo, la expansión horizontal tampoco puede ser el futuro de Huaxi, ya que resulta demasiado costoso invertir en desarrollar pueblos que no tienen el mismo nivel socio-económico. “Los otros pueblos deben tomar la convicción, la capacidad de trabajo y la cohesión de Huaxi como ejemplo, pero adaptándolo en cada caso. Si buscan repetir el mismo modelo fracasarán y lo mismo le sucederá a Huaxi si busca repetirse ”, concluye Zhang Ping.
Artículo producido para La Nación, Argentina
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[Crédito foto: theguardian.com]