En la segunda década del siglo XXI, un nuevo jugador en las grandes ligas ha aparecido: la República Popular China (RPC). Si el milagro de la República Popular China no se revienta internamente, sin duda se convertirá en el mayor poder extranjero en América Latina durante este siglo y corresponderá a los latinoamericanos hacer de esa relación una relación productiva.
Muchos de los fundamentos de América Latina, como la conocemos hoy, fueron moldeados durante los casi tres siglos de dominio colonial español y portugués. Después de la independencia, que se dio en la mayoría de los países a principios del siglo XIX, la influencia extranjera continuó siendo fuerte en términos económicos, políticos y, a veces, militares. El principal, pero no único jugador en el siglo XIX fue Gran Bretaña, mientras que el principal en el siglo XX fue Estados Unidos. Al entrar en la segunda década del siglo XXI, un nuevo jugador en las grandes ligas ha aparecido: la República Popular China (RPC). Si el milagro de la República Popular China no se revienta internamente, sin duda se convertirá en el mayor poder extranjero en América Latina durante este siglo y corresponderá a los latinoamericanos hacer de esa relación una relación productiva.
Preguntas para los latinoamericanos de hoy
El sustancial y rápido incremento de la participación China en la economía de América Latina se ha convertido en un motivo tanto de esperanza como de preocupación en las Américas. Los latinoamericanos han comenzado a preguntarse si la RPC ayudará a que los países de la región se desarrollen y se liberen de 500 años de excesiva dependencia –a veces sumisión– a otras naciones.
Las declaraciones públicas de China siempre hablan de cooperación y beneficio mutuo –o, como se dice hoy en día, relaciones “gana-gana”, bilaterales y multilaterales– que en la práctica no son tan “gana-gana” como deberían. ¿Pero será que las relaciones entre China, y muchos países o la región seguirán los pasos de Iberia, Gran Bretaña y los EE.UU.? ¿Se convertirá China, en cierto grado, en el poder hegemónico de las Américas en el nuevo siglo, aun cuando no tiene planes de hacerlo? ¿Una China políticamente autoritaria y con mercados masivos, llevará a un estancamiento o a un retroceso de los recientes y modestos avances hacia la democracia y hacia algún tipo de economías más productivas en muchos países de América Latina? ¿O podrá la presencia de China perpetuar o incluso reforzar los sistemas tradicionales que, según casi todos los criterios internacionales, han fomentado los niveles más altos de pobreza y desigualdad en el mundo? ¿Cuáles de estos acontecimientos, si se dieran, se constituirían en amenazas para la seguridad de América Latina y América del Norte?
Por supuesto estas preguntas no pueden responderse ahora con certeza dada una serie de razones relacionadas con China, América Latina y el mundo. En cuanto a China se refiere, no sabemos si esa nación será capaz de mantener los actuales niveles de crecimiento interno y estabilidad relativa. En caso de fallar, ¿cómo afectaría esto las relaciones exteriores de China y su actual promoción de la “armonía” de las relaciones con América Latina, Estados Unidos y el mundo? De hecho, a pesar de los históricos niveles de crecimiento que se han dado desde finales de la década de los 70, la República Popular China se enfrenta a enormes desafíos internos que podrían incluso poner en peligro su unidad como país gobernable. Si ciertamente China se estancara o se desintegrara, lo que no es probable en un futuro próximo, podría convertirse en una fuerza desestabilizadora importante, sobre todo en los lugares donde su presencia es más fuerte. Tampoco sabemos cómo los acontecimientos internos en América Latina y otros países –así como asuntos transnacionales que van desde la inmigración y el medio ambiente hasta la delincuencia– afectarán a China, los países de América Latina y el mundo. Dicho esto, por el momento la guía más útil para predecir el futuro, son tal vez el pasado y el presente, a pesar que sus enseñanzas están aún inconclusas. Por ejemplo, ¿tiene China una historia de participación internacional intrusiva y en qué medida ha planteado históricamente un desafío a la seguridad de otros países?
Aunque por el momento China no tiene objetivos hegemónicos hacia América Latina, ¿qué tipo de efecto podría tener sobre estos países el rápido crecimiento comercial, de inversiones y la mayor presencia de China en la región? ¿Qué se encuentra en la historia de América Latina que nos sugiera cómo estos países podrían reaccionar a una nueva e importante presencia extranjera? Es decir, ¿cuáles son los principales factores culturales, históricos y demás factores que puedan darnos una pista sobre el posible impacto de China en las Américas durante las próximas décadas? A continuación voy a discutir algunos de estos importantes factores.
Enfoque de este capítulo
Entre el comienzo de las reformas económicas de Deng Xiaoping a finales de los años 70 y el 2010, el PIB de China pasó de ser de menos del 1% de la economía mundial a más del 5%. Y su participación en el comercio mundial pasó de ser de menos del 1% a aproximadamente el 10%. Este crecimiento parece demostrar que el rápido y sostenido desarrollo económico, bajo un liderazgo elitista o aun autoritario, puede tanto reducir drásticamente los niveles de pobreza como mejorar las condiciones de vida de la gran mayoría de la gente de una gigantesca nación. Las experiencias de China con el desarrollo económico –y más aún las de otros países del Este asiático– contrastan totalmente con la ausencia de ese crecimiento sostenido y positivo en América Latina.
Y para muchas personas la experiencia china parece aún más relevante para el mundo en desarrollo, desde el colapso del sistema financiero mundial, al final de la primera década del siglo XXI. Este capítulo se divide en dos secciones. La primera mitad se ocupa principalmente de la política china hacia América Latina y la segunda mitad del impacto de esta política en América Latina. El capítulo comenzará examinando las relaciones de China con América Latina antes de la fundación de la RPC en 1949 y luego hasta 1976, cuando murió Mao Zedong. Estos períodos son a menudo, ignorados o malinterpretados por los analistas actuales de la política de China hacia América Latina.
Esto es lamentable, pues proporcionan un contexto esencial para entender las relaciones sino-latinoamericanas de los últimos 30 y tantos años más, y sirven como un recordatorio tanto de la continuidad como de la volatilidad de las condiciones internas y de las relaciones exteriores de la RPC. Este capítulo no tratará todos los últimos 30 años en detalle, ya que esto se ha hecho en otros lugares por otros analistas. En cambio, a la evaluación de la política china seguirá un análisis sobre las actuales y posibles futuras consecuencias de los crecientes vínculos chinos con las Américas y sobre la gente y los países del hemisferio occidental. Para ello será necesario estudiar detenidamente algunos aspectos de la historia y cultura de ambas regiones.
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Este texto forma parte del libro China en América Latina: Reflexiones sobre las relaciones transpacíficas, editado por Benjamin Creutzfeldt de la Universidad Externado de Colombia.
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