La revolución de las amantes chinas

In by Andrea Pira

Cada vez más mujeres sacan a la luz las relaciones ocultas que mantuvieron con poderosos funcionarios y empresarios. En estos últimos meses se han convertido en actrices impensadas en la lucha contra la corrupción. 

 

Shenzhen es una ciudad de más de diez millones de habitantes, al sur de la provincia china de Cantón. Hoy en día es un gran polo de desarrollo, pero su nombre viene de su espíritu agrícola de hace cincuenta años: zhen significa zanjas de arrozales, y así Shenzhen, significa “zanjas profundas”. Cada ciudad china se reconoce por algún rasgo cultural o gastronómico. Shenzhen sin embargo, es famoso no solo por haberse transformado completamente en menos de veinte años y haberse convertido en un centro industrial, si no por sus mujeres hermosas.

En esta ciudad existe un barrio llamado el “distrito de las mariposas de primavera”, uno de los centros urbanos donde mejor se puede ver la razón del porque Shenzhen es así de famoso. Es un conjunto de casas mucho más arregladas y visiblemente más costosas que las de otros barrios, en cuyos garajes se estacionan carros importados de lujo y cuyas habitantes son mujeres entre 19 y 26 años, delgadas, de piel blanca, de ojos grandes y de modales suaves. El prototipo chino de hermosura.

¿Cómo consiguieron tal prosperidad estas jóvenes que no tienen trabajos formales? Nadie se esfuerza en ocultarlo: son amantes de millonarios que tienen operaciones empresariales en Shenzhen, que las visitan regularmente y que las mantienen con casas, carros, vestidos y una amplia cuenta bancaria. Estos millonarios tienen sus propias familias en sus ciudades base. Pero en Shenzhen, donde se encuentran con otros millonarios, tener una amante joven, con un estilo de vida elevado, se ha vuelto un sinónimo de status entre ellos, pues revela que tu dinero es abundante. Es una evolución del concepto de concubinas imperiales, y es común que los hombres chinos, sin importar el tamaño de su fortuna, tengan una amante. La práctica se extiende desde pequeños empresarios, hasta los más altos funcionarios del Partido.

“Esto es un ejemplo elevado de prostitución”, dice Zhang Lijia, escritora y periodista china quien se encuentra preparando un libro sobre estas mujeres de Shenzhen. Normalmente ellas aceptan su posición, pues obtienen grandes beneficios. Sin embargo, en estos últimos días una de ellas lanzó una protesta en sus redes sociales, alegando que no sabía que su novio tenía una familia en Beijing, con un hijo adolescente. Y lo más grave: es un funcionario del Partido Comunista.

Las revelaciones de Ji Yingnan, presentadora china de televisión de 26 años, en las que revela la vida oculta y acaudalada de Fan Yue, vice director de la Administración Estatal de Archivos, viene en un momento en el presidente Xi Jinping intenta hacer de la lucha contra la corrupción y la austeridad símbolos de su gobierno.

Ji Yingnan mostró fotos con su ex-amante y contó que recibía alrededor de 10.000 yuanes (1.630 dólares) diarios directos desde la cuenta del funcionario para subvencionar su vida. Además entregó fotos en donde se ven lujosos viajes y compras en almacenes de marca que podían llegar hasta los 33 mil dólares, y todos los regalos que recibió por parte de Fan, en los que se encuentran un Audi A5 avaluado en 40 mil dólares, y un apartamento de 1.600 dólares al mes. El tren de vida no concuerda con el salario medio que recibe el funcionario y después del escándalo, fue removido de su cargo y actualmente se encuentra bajo investigación.

El caso de Ji no es el único en China en el que una joven amante se vuelve un testigo molesto y hoy en día se han convertido en las más acertadas alertadoras o soplonas. Y normalmente tienden a ensuciar las vidas de funcionarios de bajo y medio rango del Partido. Lei Zhengfu, jefe de un distrito del partido de Chongqing -en el sur de China- debió dimitir después de que se difundiera en internet un video en el que lo mostraba teniendo sexo con una joven diferente a su esposa y Liu Tienan, un alto funcionario del sector energético, perdió su puesto en mayo después de que su antigua amante confesara a un periodista que su novio había ayudado a un empresario a defraudar bancos por más de 200 millones de dólares.

En el mundo de Internet

La frecuentación de amantes jóvenes no es algo nuevo entre los altos funcionarios chinos. El mismo Mao Zedong -de acuerdo con los testimonios de su médico de cabecera, Li Zhisui- gustaba rodearse de jovencitas y prefería las más rurales a las beijinesas. Sin embargo, con la fuerza de Internet muchas mujeres se han volcado a denunciar estos casos: decenas de funcionarios han tenido que renunciar cuando sus vidas sexuales afuera del matrimonio se revelan en la red. Fan Yue ya ha dicho que el dinero gastado fue mucho menor al denunciado por su novia y que ella es sólo una mujer “avara”.

La cuestión es que no es sólo tema de dinero. “El problema con estas mujeres es que cuando la relación se termina, ellas tienen alrededor de 27 años y se encuentran a una edad en que en China ya no son consideradas jóvenes. Es muy difícil para ellas rehacer su vida debido a que tienen entre cuatro y cinco años de relación en los que generalmente no han estudiado ni trabajado” explica Qinglieju Zhu, socióloga feminista integrante de la International Association for Feminist Economics (IAFFE).

“El tiempo de la relación es como si no hubiera existido. Eso es mucho en una sociedad tan exigente como la China moderna, por eso ellas recurren a la denuncia”, añade. Son conocidas como ernai (二奶), traducido como “segunda mujer”, o aún más peyorativo, xiaosan (小三) que significa la pequeña tercera, o “amante”. Son reclutadas muy jóvenes, en liceos o bares frecuentados por adinerados.

“Se trata de mujeres muy pobres, que se sienten desarmadas cuando un hombre va a buscarlas en un carro caro o les paga algo que sus padres no podrían darle en toda su vida. Para ellas es imposible decir que no. Muchas veces incluso es la familia la que presiona a las chicas para que acceda a los pedidos del amante poderoso”, dice Qinglieju Zhu.

Ese fue el caso de Nancy L -tal es el seudónimo que ha elegido para esta nota-. Su padre murió de cáncer cuando ella era niña después de una larga y ruinosa enfermedad. La abuela de Nancy, quien se ocupó de criarla durante las largas jornadas laborales de su madre, le presentó un amigo de la familia a la que le había ido muy bien escalando posiciones en el Partido Comunista. Era el hombre para ella. Poco importaba la opinión de Nancy, que aún hoy no sabe bien qué decir al respecto.

“Mi abuela me decía que él era un hombre bueno, que tenía que hacerlo feliz. Mis amigas me envidiaban cuando me veían salir con él, ir a comer un helado o recibir regalos como chocolates y flores”. Los regalos poco a poco fueron subiendo de costo, hasta convertirse algunos años después en viajes costosos, en collares de diamantes y hasta en coches lujosos. La relación se terminó abruptamente cuando el amante de Nancy la mandó a conocer Europa. En París le dejó de funcionar la tarjeta que él le había abierto. Su abuela le dijo por teléfono que volviera cuanto antes, pues el hombre había sido acusado de lavado de dinero y terminó preso en Taiwán. Nunca más lo volvió a ver y ella tuvo que rehacer su vida entre las miradas recelosas del pueblo.

¿Por qué estas mujeres de clase baja, muy jóvenes  han terminado por convertirse en especies de jueces de la política china? Nancy da su respuesta: “Estos hombres son muy poderosos, su único punto débil es su amor por nosotras. Es por eso que podemos lastimarlos mucho. Además, cuando advertimos que hemos sido usadas, adquirimos aún más fuerza, y no le tenemos miedo a nada”. Estas mujeres se convierten cada vez más en las fiscales de la sociedad china, cansada del doble discurso de la clase política.

Artículo producido para La Nación, Argentina.


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