La capital de la provincia de Xinjiang es la puerta de entrada de China a Asia Central. Pese a que esta urbe ha recibido cientos de miles de chinos Han —que insisten en hacerla un copy paste de otras ciudades chinas—, aún hay vestigios vivos de un pasado uigur, particularmente en el sur de la ciudad, adonde llegan uigures de toda la provincia a estudiar y hacer dinero.
Urumqi se encuentra en el corazón de Asia, y se ostenta como la ciudad más alejada de agua de mar en el mundo. Se ubica en el norte-centro de la provincia de Xinjiang, la cual está en el extremo occidental del país, a más de tres mil kilómetros de Beijing. Rusia está a novecientos kilómetros al norte; Kazajistán, a ochocientos kilómetros al oeste. Esta ciudad es el lugar ideal para probar lo que es el estilo de vida de Asia Central, puesto que la cultura uigur es muy similar a la de los pueblos de Kirguistán, Uzbekistán y Turkmenistán.
Estos pueblos, denominados túrquicos, llevan el comercio y la hospitalidad en las venas, y son fieles practicantes del Islam Suní, que en el siglo IX desplazó al budismo.
En las calles paralelas a las principales avenidas en el sur de la ciudad, se descubren laberintos de barro y ladrillo donde se venden alfombras y jade de Hotán, oro rojo de Pakistán, peras de Korla, calabazas de Aksu, granadas e higos de Kashgar, camisas de seda de Turquía, uvas y duraznos de Turpan y melones de Kumul, ofrecidos a gritos por vendedores ambulantes estacionados a la sombra de las mezquitas, algunas de más de ciento cincuenta años de antigüedad. Uno tiene que abrirse camino en el flujo constante de mujeres cubiertas con velos islámicos de colores brillantes y de hombres vestidos de camisa blanca y pantalón con el distintivo solideo cuadrado que unifica a los pueblos uigures.
Muchos jóvenes uigures llegan a Urumqi con la esperanza de aprender mandarín, algo de inglés, un poco de ruso y computación, lo que les podría asegurar un trabajo de oficina y una escalada en la pirámide social. La ciudad es considerada liberal en el sentido que permite a hombres y mujeres convivir en espacios públicos, incluso salir a bailar o a tomar kvas al aire libre. El recorrido ideal comienza en NanMen y sigue por las calles aledañas a JieFangNanLu, dejándose guiar por los altos minaretes y por el flujo de personas, para luego bajar por el callejón de LiMin hasta llegar a la antigua calle Konsul, donde una vez estuvo el gran consulado ruso que llegó aspiró a volver a la provincia un satélite de la Unión Soviética. La calle Konsul ofrece doner kebabs de Hotán, fideos hechos a mano, el estofado Gran Plato de Pollo (DaPanJi), helados de Gulja y restaurantes de comida turca tipo gourmet. La cultura uigur presta particular atención a la música.
Las calles están llenas de vendedores ambulantes con estridentes bocinas que reproducen conceirtos de dutar y rawap, o bien pop uzbeko, musicales de Bollywood, música electrónica rusa o melosas canciones de amor de Abdulla Abdurahim. No faltan ancianos que tocan la flauta sunai acompañados de tambores, o jóvenes que rasgan sus guitarras con ritmos flamencos. Después de regatear artículos de piel y navajas artesanales en el Gran Bazar de Urumqi, el día termina en una de las mezquitas más grandes de la ciudad, donde se alcanza a escuchar el llamado a oración del imán, al que de inmediato responden cientos de hombres, apilándose dentro y en los alrededores del edificio para hacer sus alabanzas. Urumqi es apenas el primer paso a lugares más exóticos y retadores en la provincia.
Es el lugar ideal para planear incursiones al desierto del Teklamakán en camello o excursiones por las montañas de TianShan o Altay. Hay muchas facilidades para turistas y muchos jóvenes pueden hablar algo de inglés, y hasta canturrear “Bésame mucho” en español. Siendo una zona estratégica donde culturas convergen, la ciudad ha protagonizado choques étnicos en el pasado. En ningún lugar como este se hacen patentes las debilidades y los retos de todas las culturas que integran a esta ciudad, puesto que ninguna de ellas logra eclipsar completamente a las demás.