En China Files seguimos con la narrativa y los cuentos. Esta vez, les traemos una historia bien especial: en el mercado de Xiu Shui se pueden conseguir falsas zapatillas, falsos relojes, teléfonos falsos, computadoras falsas y hasta novias falsas. Una de ellas le revela un mundo nuevo al autor de este cuento.
Como cualquier turista sabe, en el mercado de Xiu Shui puede encontrarse de todo, pero falso. Si bien nadie está contento de comprar copias, el lugar siempre se encuentra lleno de extranjeros que por lo general se dejan estafar un poco por los astutos vendedores pekineses.
Hace unos días andábamos por ahí con mi amigo Wang y me llamó la atención un cartel en uno de los puestos: « Cheap girlfriend here » Era un cartel en neón, sobre una madera pintada de negro.
Le pregunté a Wang de qué se trataba.
– Fabrican mujeres, a muy bajo costo, son los mejores de Pekín.
Yo llevaba unos meses en la ciudad, y extrañaba mucho a mi novia, que se había quedado en París. Me detuve unos segundos ante el cartel, hasta que Wang siguió.
Esa noche casi no dormí, pensando en la doble deliciosa que podría acompañarme.
Al otro día llamé a mi amigo.
En el stand estaba el mismo anciano del día anterior.
– Quiero una.
– Perfecto. ¿Cómo?
Hice una seña casi obscena, describiendo el cuerpo.
– Sí, por supuesto.
Describí el color de ojos, el pelo, la forma de ser, aprovechando para hacer algunas modificaciones…El anciano tomó notas, llenó un formulario y se puso a trabajar en un aparato que parecía una de esas maquinas de hacer pastas.
– ¿Qué más?
Me entusiasmé y fui agregando rasgos de carácter y algún que otro detalle físico. El anciano no paraba de anotar en su maquina. Después se encendieron luces por todas partes, el motor empezó a funcionar y entre los rollos salió una figura aplanada que era casi una foto de mi novia. Entonces el viejo la sacó, la metió en otra maquina y al final me puso al frente a una chica muy rara, que se parecía. Me abrazó y me dio un beso en la boca. El viejo me pidió mil RM.
Salimos del local y Wang nos dejó solos. Tomamos el metro y salimos en Qianmen. Cruzamos la plaza, caminamos a lo largo de la Ciudad Prohibida y bajamos hasta la Opera. Nos sentamos cerca del lago que rodea el edificio y nos quedamos charlando un rato. Cuando quise darle un nuevo beso sentí un gusto raro. Algo andaba mal. Estos vendedores pekineses…Nos paramos y una mano de la pobre muñeca cayó al agua. Empezó a repetir la misma sílaba.
Tuve que volver a casa y dejarla en el ropero. Al otro día fui a cambiarla al viejo de Xiu Shui, pero cuando empecé a hablarle puso los ojos blancos y repitió maquinalmente « no, no, no ». El tipo que estaba al lado me miró y me dijo:
-No le haga caso hombre, es un vendedor falso.
Entonces le tomé un brazo y tiré para comprobar: Me quedé con el brazo de madera en las manos. -¡Viejo de mierda! Y le di con el brazo de madera en la cabeza. El cráneo hizo un ruido hueco y se desprendió del pequeño cuerpo, rebotó una, dos veces, y se puso a rodar entre las góndolas. La gente levantaba las piernas asustadas. Entonces vinieron dos policías con cara fotocopiada, bigote fino sobre los labios negros, y me atraparon.
Esa noche la pasé en prisión, pensando en las novias simétricas, lejos las dos. Pero en medio de la noche, como a eso de las cuatro, ví pasar uno de los guardia cárceles. En la luz brumosa del pasillo pude verlo mejor: Tenía el cuello medio despegado. Entonces me di cuenta de que era un policía falso y comprobé los barrotes: eran de plástico. Los arranqué y seguí por el pasillo. Cuando vino el guarda cárcel le di un golpe y su cabeza rodó sin ofrecer resistencia.
Corrí hacia la salida y tomé un taxi. Di la dirección de mi amigo Wang, por si me buscaban en mi departamento. No me importó despertarlo en medio de la noche. No me atendió. Abrí la ventana, metí la mano para accionar el picaporte y entré. Su cuerpo estaba sobre la cama sin abrir y tenía algo raro. Tiré fuerte y su cabeza se despegó casi sin esfuerzo. Miré por la ventana, la luna me hizo pensar en la cabeza suelta de Wang, que yo aun sostenía en una mano y cuyos ojitos se habían abierto sin mirada. Estiré la mano hacia la ventana y con los dedos acaricié el contorno de la luna. La tomé y la retiré de la noche : Era también un plástico de Xiu Shui. ¡Era el cielo falso de Xiu Shui! Tomé un taxi falso hasta el aeropuerto. Apreté la garganta del taxista falso y le pedí la verdad.
– ¡China no existe!
Era un taxista gordo. Le habían pegado unos ojos chiquitos, su pelo absorbía la luz y cuando le daban los faroles de frente parecía un velador. En el avión que me alejaba iba escuchando unas canciones de Yunan y me pareció que eran voces travestidas del Ricky Martin de los años noventa.
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