Sinología: Estrategias de las empresas transnacionales asiáticas en América Latina

In by Andrea Pira

En la sinología de esta semana presentamos un fragmento exclusivo del libro editado por Carlos Moneta y Sergio Cesarín en 2012, Tejiendo Redes. En él se analizan la llegada de las las empresas transnacionales asiáticas a América Latina.

Latinoamérica representa el 17,3% del total de la inversión extranjera de China. El año pasado las inversiones directas chinas en América Latina alcanzaron los 13.540 millones de dólares. China es el segundo socio comercial de Argentina y el primero de Chile y Brasil. Actualmente las empresas transnacionales mantenidas por el Estado son las que más invierten en América Latina desde China. Aquí se analizan posibles estrategias para canalizar positivamente estas inversiones y para enriquecer el vinculo con estas empresas.

Introducción: una larga –pero rápida– marcha hacia la reforma

A partir de 1979, China comenzó un proceso de reformas económicas cuyo evidente corolario ha sido su entronización como potencia emergente y miembro indiscutido del grupo de actores centrales del sistema internacional de poder que se va configurando durante las primeras décadas del siglo XXI.

Desde fines de los años setenta del siglo pasado, el modelo de planificación económica centralizada fue paulatinamente abandonado y reemplazado por un agresivo paquete de políticas pro mercado con el fin de abrir la economía al mundo. En diciembre de 1978, el Tercer Plenario del 11° Comité Central emitió un Comunicado en el cual se convoca a solucionar los desbalances económicos y a poner fin “al desorden existente en la producción, construcción, circulación y distribución”.1 Se definen, además, los objetivos de mediano plazo; estos procuraban alcanzar un balance comprehensivo y establecer sólidas bases para un rápido desarrollo. De igual manera, se planteaba reducir el alto grado de centralización que se aplicaba a la gestión económica y reformar el sistema de comunas agrícolas, permitiendo elevar autónomamente la producción e incrementar el nivel de vida de la población.

En el marco de estas reformas se incluyó, asimismo, la creación de cinco Zonas Económicas Especiales (ZEE) a lo largo de las costas de las provincias de Guandong y Fujian2 para atraer la inversión extranjera e incrementar las exportaciones y sus ingresos. ¿Significaba la adopción de estas medidas –que bien podían interpretarse en ese momento como extraordinarias– un abandono de la ideología marxista según la línea de desarrollo planteada por Mao Zedong o su reforma, su adaptación a las condiciones concretas que efectuaba China?

En esa histórica reunión, el Partido Comunista Chino promovió, por primera vez en la historia económica , una profunda transformación de sus formas tradicionales de producción y gestión, al proclamar la necesidad de desarrollar –si bien en forma limitada– la dimensión no gubernamental de la economía china. En este contexto ¿cuál era la percepción dominante y los fundamentos que abonaban la necesidad de llevar a cabo un proceso de transición hacia una “economía socialista de mercado”? En nuestro entender, resulta conveniente conocer esos elementos, ya que ellos anticipan las grandes líneas de evolución que tendría la economía china en las décadas siguientes y orientan sobre su sentido y propósito a futuro:

a) La propiedad y gestión gubernamental de las empresas constituyen parte de un modo de producción y gerencia, solamente efectivos bajo específicas condiciones históricas y en un marco también específico de tareas. Por ejemplo, en los inicios de un nuevo régimen político, ya que permite consolidar el poder político y promover el desarrollo económico. No obstante, cuando se consigue restaurar la economía nacional, el papel monopólico del gobierno en la economía no tiene más un rol que jugar. En las circunstancias de ese momento “era absolutamente imposible para las empresas estatales monopolizar a la economía del país”,ya que se había comprobado que el sector se hallaba muy lejos de poder satisfacer los requerimientos de las fuerzas productivas, impidiendo el desarrollo y uso del potencial y las capacidades individuales.

b) El objetivo de la reforma estructural de la economía iniciada a fines de 1978 era lograr modificar no solo los modos tradicionales de producción y gestión sino también la estructura de propiedad, favoreciendo el crecimiento simultáneo de la propiedad privada y gubernamental de los sectores económicos no gubernamentales de la economía.

c) A esos efectos, la premisa fue que la economía de propiedad estatal debía ser preservada en ciertos campos y escalas, Reformas económicas, política industrial y empresas transnacionales chinas al mismo tiempo que escalaran posiciones actividades económicas fuera del ámbito gubernamental de gestión. Esta ecuación permitía el pleno y rápido desarrollo de la economía como un todo, así como la coordinación de los aspectos de los beneficios a obtenerse.

A esos efectos, el proceso seguido por la economía de Taiwán ilustraba adecuadamente las etapas que surgían y cómo cada sector podía desarrollarse sanamente y obtener su parte de los beneficios.

d) En el período especial que representa la transición económica, resulta particularmente importante para China manejar adecuadamente las relaciones entre apertura, reforma, desarrollo y estabilidad. “Así, la apertura necesita contar con garantías institucionales y la reforma, fuerzas dinámicas que la hagan avanzar”. e) China ha articulado esas relaciones en forma adecuada. Ha acelerado su pasaje hacia una economía de mercado mientras su economía nacional obtuvo un desarrollo sustantivo, rápido y sostenido… la reforma y las políticas de apertura son mutuamente suplementarias y coordinadas.

f) “Solo abriendo nuestras puertas podemos alcanzar un cabal conocimiento del mundo capitalista, de las reglas de la economía de mercado y poder determinar con claridad qué partes son de naturaleza social y cuáles corresponden a la economía de mercado. Solo de esa manera podemos evitar digresiones y desvíos en nuestros esfuerzos por establecer un sistema de economía socialista de mercado”.

Los elementos aquí presentados ofrecen una rica cantera para el análisis. A los efectos de este trabajo, solo se desea destacar la alta capacidad de preservar un marco político-ideológico al cual se ha dotado de rasgos y condiciones propias. Dotado de gran flexibilidad y apoyado en una relevante capacidad de acción nacional, facilita la adaptación a cambiantes contextos externos. Pueden incorporarse múltiples formas y contenidos, tanto en el plano económico como en el político y social, pero su sentido será apropiado: continuará siendo adaptado a las necesidades y el uso chinos. Se abren, entonces, las compuertas al despliegue de la iniciativa privada e individual.

Como corolario de una “revolución desde arriba”, el “socialismo con características chinas” inició una compleja transición –que aún perdura– hacia un modelo de economía de mercado con predominio estatal por la vía de estímulos sobre liberalización comercial, captación de inversión externa (IE), introducción de reformas burocrático-administrativas y cesión de autonomía decisoria desde el gobierno central a provincias y municipios. Con características distintas al rumbo adoptado por las empresas estatales en Europa del Este y Rusia, las reformas no se orientaron hacia la privatización de la propiedad pública sino por vía de la organización de mecanismos de redistribución de los derechos de propiedad.

Este devenir reformista ha mostrado hasta el presente varias facetas a destacar. En primer lugar, durante la década de 1980 y luego de superar escollos y resistencias intrapartido, el país había encontrado, en el gradualismo, secuencialidad y experimentación pro capitalista, una tercera vía para dinamizar una economía orientada a la exportación, sobre la base de un tejido industrial centrado en obsoletas industrias estatales (EEs), herederas del sistema de planificación a la soviética.

Durante esa etapa, los debates doctrinarios en el seno de la dirigencia política reflejaban la rigidez ideológica con que sectores conservadores percibían los avances aperturistas en el campo económico. La caída del centralizado sistema industrial y la apertura hacia nuevas formas de organización corporativa fueron asumidos por las facciones conservadoras como un ataque directo a uno de los pilares de la ortodoxia partidaria: el sistema de propiedad estatal de los medios de producción. No obstante las dificultades inicialmente planteadas, la progresiva licuación ideológica promovida desde las más altas esferas del poder por Deng Xiaoping convalidó graduales avances consistentes en la producción de bienes de consumo (en gran medida, en 8 Isabel Miyashiro, Empresa y Gerencia en Asia: el caso de la República Popular China, Lima, Universidad del Pacífico, 2004, p. 122. 33 Reformas económicas, política industrial y empresas transnacionales chinas factorías militares) por parte de grandes y medianas firmas estatales, con el objeto de satisfacer la emergente demanda interna. De esta forma, las EEs fueron utilizadas como instrumentos generadores de la primera revolución del consumo mediante la producción de heladeras, lavadoras y máquinas de coser que sirvieron para mejorar la calidad de vida de un país con bajo nivel de urbanización y cuyo epicentro era la economía rural.

En sintonía con nuevas directrices económicas, leyes y normas separaron las funciones políticas en manos de cuadros partidarios responsables de alcanzar los objetivos del plan central, de tareas administrativas (zheng qi fenjia) y decisiones sobre inversión y producción acorde a la demanda. Al mismo tiempo, la flexibilización de procedimientos y regulaciones aplicables al ingreso de inversión externa (IE) posibilitó el arribo de firmas extranjeras (FIEs), ansiosas por acceder a ventajas de localización geográfica en enclaves como las Zonas Económicas Especiales (ZEE) abiertas en el sur del país y abaratar costos de producción gracias a los bajos costos laborales. El menú de incentivos en materia de política comercial, industrial y de inversiones dictaría luego el curso de los sucesivos planes de reestructuración industrial.

Con posterioridad, a partir de la década del noventa se abre una etapa de profundización de las reformas en el sector industrial estatal. Cambios que igualmente sensibilizaron a los hard liners remanentes en las filas del Partido Comunista Chino (PCCh), temerosos ante el posible aumento en la tasa de desempleo urbano, como resultado de un profundo proceso de reconversión industrial acometido con el fin de enfrentar la creciente competencia externa y dotar a las firmas –particularmente a las nacionales– de mejores niveles de eficiencia y competitividad. En este escenario de choque de pareceres intraPartido, las analogías con la ex URSS legitimaban argumentos esgrimidos por el ala conservadora ante la línea liberal-tecnocrática. Apuntalaban las hipótesis de quiebre mediante escenarios de crisis, resultantes de emergentes presiones sociales debido al radical cambio de expectativas y destrucción de empleo industrial que producirían las reformas en la EEs. No obstante, a medida que la nueva generación de administradores y dirigentes políticos (tercera generación) se reafirmaba en el poder apoyada por Deng Xiaoping a la cabeza, la  reestructuración del sector industrial estatal se impuso como tema prioritario en la agenda del gobierno liderado por Jiang Zemin.

El punto de inflexión del proceso reformista en el sector industrial estatal alcanzó su máxima expresión a partir de comienzos de la década de 1990 y se extendió hasta comienzos del siglo XXI. Varios factores externos e internos combinados deben ser considerados al analizar las transformaciones inducidas en ese sector. El primero, un escenario de distensión global y militante globalización económica abrió las puertas a la expansión del capitalismo mundial libremercadista en sus vertientes comercial, financiera e inversora. Un fresco hálito dado por el proceso de globalización post Guerra Fría abrió nuevos mercados en Europa Oriental, las economías latinoamericanas parecían recuperarse de una década perdida y las políticas pro mercado amplificaban sus fronteras sin contención ideológica alguna. Asimismo, la URSS era un modelo denostado, por lo que la adopción del capitalismo manchesteriano en lo comercial y shumpeteriano en lo industrial, parecía constituir opciones factibles para la dirigencia china. En segundo lugar, factores políticos domésticos, tales como el ascenso al poder de un pragmático tándem de dirigentes políticos –Jiang Zemin (Presidente) y Zhu Rongji (Vice Premier y verdadero cerebro reformista)– definieron el curso final de una impostergable reforma del sector industrial estatal.

Los nuevos líderes reintrodujeron en la agenda pública la necesidad de su reconversión mediante la quiebra, venta parcial o total y privatización de empresas estatales consideradas fuera de escala, tecnológicamente atrasadas y de baja eficiencia productiva. Un diagnóstico preciso relativo a sobreinversión en sectores no prioritarios y la necesidad de orientar la inversión estatal hacia industrias estratégicas definieron el sendero reformista propuesto.


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Moneta, Carlos y Cesarín Sergio. “Reformas económicas, política industrial y empresas transnacionales chinas. Impactos en América Latina y el Caribe”.
Carlos Juan Moneta y Sergio Cesarín (Editores), Tejiendo Redes. Estrategias de las empresas transnacionales asiáticas en América Latina. UNTREF-UIBE, Beijing; EDUNTREF, Buenos Aires, 2012.

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