Quienes se preguntaban hasta dónde llegarían los límites de la proverbial paciencia china con Corea del Norte, ya tienen la respuesta. Se han terminado los paños tibios de Pekín hacia su vociferante vecino, al que no le ha quedado más salida que despachar a un entorchado emisario a la capital china, con la misión de aceptar la “sugerencia” con que le aguardaban sus anfitriones. O se sientan a la mesa de negociaciones, retomando las charlas a seis bandas y dejando a un lado las poses de bravucones, o China se pondrá seria. Muy seria.
Todo apunta a que, al fin, Kim Jong-Un y sus generales han captado la señal, presentando disculpas al Gobierno chino -si bien simbólicamente, pero disculpas al fin y al cabo-, por todos los riesgos y peligros que han generado en la península coreana en los últimos meses que han tenido una incidencia negativa directa para los planes estratégicos chinos.
La comparecencia de un enviado especial de un gobierno ante otro es comúnmente vista como una formalidad protocolar. Pero en este caso, la visita encarnada en el vice mariscal Choe Rypong-hae, adquirió esta semana naturaleza de mea culpa norcoreana. Sobre todo porque su llegada a Beijing se dio después de la negativa china a enviar a un personero suyo cuando Corea del Norte se lo solicitó en abril.
Este desplante dejó claro al Norte hasta qué punto su principal, y de hecho, único aliado en el mundo, resentía su comportamiento. Con su negativa, Beijing dejaba interrumpido el habitual intercambio de representantes viajeros, que suele ocurrir una o dos veces cada año, y que ambos gobiernos han mantenido desde que establecieron relaciones diplomáticas en 1949. Baste recordar que estos envíos sólo quedaron truncos en 1992, cuando China estableció vínculos formales con Corea del Sur, y el Norte hizo palpable su disgusto dejando de enviar emisarios por un tiempo, a la vez que se negaba a recibir a los de su vecino.
Pero esta semana los norcoreanos no tuvieron más salida. Lo que no habían conseguido hasta hoy el Pentágono, Corea del Sur ni el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo ha logrado Beijing con un ligero pero decisivo pellizco en el costado, que incluyó el cierre a principios de mayo de las actividades financieras entre el Banco de China y el Banco de Comercio Internacional de Corea del Norte.
Con tal preámbulo, el mariscal Choe llegó a Beijing listo a recibir y acatar el sermón de sus anfitriones. A cambio, reiteró la urgente necesidad de que China mantenga su apoyo económico. Sin esa entrada de combustible, cereales y otras vituallas, que representan casi el 70% del comercio exterior del Norte, éste se hundiría aún más en su actual marasmo.
China lo sabe, y de hecho está ante un dilema. Si mantiene una actitud en exceso permisiva con Kim y su equipo, estos podrían recrudecer su retahíla de provocaciones, hasta conseguir que EEUU llene de buques y portaaviones el mar de la China Meridional, entre otras posibles reacciones. Y eso es justo lo que teme Beijing, en momentos en que trata de pactar, en condiciones de cierto equilibrio, el proclamado “regreso de EEUU” a Asia y el Pacífico, por no hablar ya de un posible conflicto armado “en caliente”, que se extendería por toda la zona del Oriente. Por otra parte, si China aprieta demasiado las tuercas a los norcoreanos, cerrando el envío de ayuda económica, en el Norte podría estallar una crisis humanitaria, que se traduciría, sólo para empezar, en un flujo incontrolado de norcoreanos a través de la muy porosa frontera común. Por lo pronto se ha conseguido evitar esta posibilidad.
¿Somalia del Lejano Oriente?
Hasta ahora los observadores no parecen colocar debida atención en sucesos que ofrecen señales sobre el deterioro de la situación interna en la República Popular Democrática de Corea.
En mayo de 2012 y en el mismo mes de este año, fuerzas militares del Norte secuestraron a sendos grupos de pescadores chinos, cuando estos faenaban en aguas territoriales norcoreanas –según sus captores-, o en territorio marítimo chino -según los secuestrados -. Comoquiera que sea, quedó en evidencia que los plagiadores procuraban ante todo obtener rescate a cambio de devolver las embarcaciones y sus tripulantes. El año pasado dejaron libres a los 29 chinos tras robarle casi todo lo que poseían. Este año, los norcoreanos exigían casi cien mil dólares por liberar a sus rehenes. Al final, los dejaron ir sin conseguir rescate. Pero les despojaron de cuanto pudieron, alimentos incluidos. Otra gota que llenó la copa de la decepción china.
El estamento militar norcoreano no parece haberse dado por enterado de cuál de sus secciones se dedica a estas tareas tan poco santas.
Ambos sucesos colocan sobre el tapete dos realidades: la agudización de las carencias materiales en el Norte están compulsando a algunos de sus militares a cometer actos de delincuencia. Y lo que más preocupa: estos asaltantes están actuando con aparente independencia e impunidad. De mantenerse esta tendencia, las escaseces al límite y la complacencia de las autoridades podrían mezclarse en explosiva combinación, haciendo de la zona marítima aledaña a Corea del Norte un remedo del peligroso Golfo de Adén, donde por años los piratas somalíes campearon por sus respetos.
Refugiados del Norte; empresarios del Sur
El estira y encoge de meses recientes entre la RPDC y China se ha saldado a un precio: China ha comenzado a marcar distancia del que fuera su gran aliado. Y ello ocurre en múltiples niveles. Para comprender que el desatino de Kim y su gobierno no cabe en la China de la reforma y la apertura y cómo el empuje norcoreano ha conseguido justo lo contrario a lo que se propone, basta revisar el parecer de la prensa china y lo que resulta más representativo aún, palpar el sentir de su población. Por supuesto, esto no se ve en los comunicados oficiales, habida cuenta de los intereses estatales que así lo desaconsejan.
Muestra fehaciente en este sentido son las palabras de Zhang Liangui, un especialista en el tema de Corea del Norte en la Escuela del Partido del Comité Central del Partido Comunista de China, quien, citado por el diario chino Global Times, afirmó: “Piongyang trata de influir en la diplomacia de China. Sin embargo, sus provocaciones han tenido un resultado adverso, ya que han acercado más aún a China y a EEUU, con el resultado de más frecuentes intercambios de alto nivel entre ambos países. En consecuencia (Piongyang) está procurando nuevas formas de sabotear los lazos chino-estadounidenses".
Si se quiere entender mejor la metamorfosis que ha sufrido la percepción popular china respecto a las Coreas, bastará con visitar los dos Barrios Coreanos que acoge Beijing en la actualidad – en la zonas de Wudaokou, en el occidente de la ciudad -, y en Wangjing, en el lado oriental de la urbe.
De los cerca de 300 mil coreanos que hoy residen en China, la abrumadora mayoría proceden del Sur. China les ha abierto las puertas a una nueva vida y ellos han sabido corresponder con creces, generando riquezas que comparten entre su país de origen y su suelo adoptivo. Esta imagen contrasta con lo que muchos chinos consideran una “actitud ingrata” del Norte, que a cambio de tanta ayuda ha colocado a China en más de un aprieto en los últimos tiempos.
En un reciente recorrido por Wangjing, conocí al joven matrimonio formado por Lee Jun-Ha y Park Ji-yung. Esta pareja es paradigmática del creciente y fructífero intercambio entre Pekín y Seúl.
Lee y Park llegaron a China en 1997, estudiaron en universidades de la capital, donde se conocieron por aquel entonces. Tras graduarse, se casaron y hoy viven en Wangjing. Allí administran en conjunto un singular negocio, Mobizone, en el cual conjugan la venta de café y meriendas con la comercialización de dispositivos electrónicos como Iphones, tabletas y microcomputadoras. Mientras la discreta Park prepara un aromático Moca, el dinámico Lee atiende a la clientela deseosa de estar al día con los más recientes adminículos de moda. Los dos jóvenes me piden que no los fotografíe, aunque me dejan tomar instantáneas del recinto.
“Prefiero estar al margen de la política”, aclara Lee cuando indago por las posibles repercusiones que los lanzamientos de misiles norcoreanos pueden tener para su país. “Sólo deseamos vivir tranquilos y seguir prosperando. Aquí lo estamos logrando”, agrega.
Si se tiene en cuenta que en 1999 a Wangjing se le conocía como “La ciudad dormida” de Pekín, carente en buena medida de infraestructura moderna, y que hoy es todo un monumento a la prosperidad, gracias al esfuerzo de decenas de miles de surcoreanos, se podrá aquilatar el porqué, a los ojos de millones de chinos, el Norte y Sur de Corea son cada vez más dos países ubicados en las antípodas de todas las narrativas posibles.
El listado de “exportaciones” de cada uno de ellos da la medida de a qué atenerse.
* Pie de foto: En 1999, Wanjing era “La ciudad dormida” de Pekín, todavía con olores a aldea. Hoy es un próspero emporio comercial que acoge a casi 200 mil surcoreanos.
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