El día en que el vallenato se cantó en chino

In by Andrea Pira

Todos los años, Valledupar se paraliza durante una semana. Durante los cinco días que dura el Festival de la Leyenda Vallenata, ese ritmo carrasposo y algo tristón del Caribe colombiano, poco se trabaja y ruedan las botellas de Old Parr, al punto que muchos afirman que la ciudad debería dejarse de llamar por el vecino Valle del Cacique Upar y en cambio tomar el de Valle de Old Parr. ¿Pero qué posible conexión tiene ese ritmo musical del Caribe colombiano con China, a un mar y océano de distancia? Este año, toda. Porque si bien todos los ojos estuvieron puestos en Wilber, el hijo del legendario ‘Colacho’ Mendoza que era coronado como el nuevo Rey Vallenato, quien se llevó todos los aplausos con su ingenio y su astucia fue Álvaro Pérez, con una puya -un tipo de vallenato- que precisamente puya a China.
El suyo es uno de los premios más apetecidos del vallenato, el de la mejor canción inédita. Y lo hizo tocando una fibra que se ha hecho muy sensible en la Costa colombiana en los últimos meses: la captura de varios cargamentos de sombreros vueltiaos copiados en China.

Aún no se sabe quién los encargó, qué colombiano los llevó en persona a alguna fábrica de Guangdong o Zhejiang -porque así tuvo que ser- y pidió una copia industrial, pero ese hecho despertó una oleada de indignación anti china que casi nunca se había visto en Colombia.

Porque ese sombrero es más que un sombrero: como el de paja toquilla -mal llamado ‘Panama hat’- en Ecuador, el vueltiao es uno de los productos artesanales de mayor trabajo y valor en el país. Tejido dispendiosamente con las hojas de la caña flecha en las sabanas de Córdoba y Sucre -que son Caribe, pero no tierras vallenatas-, son sombreros a rayas negras y habanas, que pueden costar cien dólares y se conservan durante décadas. Entre más vueltas, o círculos de caña flecha en el ala, mayor es la calidad. Uno de 21 vueltas se compra por 50 dólares en alguno de los resguardos de los indígenas zenú en San Andrés de Sotavento o Tuchín, pero puede alcanzar fácilmente los 200 dólares en Bogotá.

He ahí el problema de los vueltiaos chinos, que llegaron nadie sabe encargados por quién, a competir con los de verdad. Desde lejos se ven similares, con sus rayas de colores alternados, con sus pequeños patrones de equis y diagonales. Pero de cerca la diferencia es obvia: no ha sido tejido a mano, sino producido de manera industrial. Y ya estaba llegando a los mismos puntos de vista de las ciudades donde comunidades enteras dependen de la caña flecha.

Aunque han pasado ya un par de meses desde que estallara el escándalo y el Gobierno colombiano bloqueara su entrada, Álvaro Pérez lo convirtió en el centro de su canción “El cuentico chino”. Nacido en Corozal (Sucre), muy cerca de la zona sombrerera, su puya es una defensa de una larga tradición artesanal que se sintió amenazada por China. Aunque, hay que decirlo, aún no se sabe cuál fue el oportunista colombiano que se lo llevó para allá.

Yo nací para ser historia (bis)
en los Valle del Zinú
Y un palo de santa de cruz me cobijó con su sombra
Soy orgullo de Colombia, porque yo soy colombiano

Y un tuchinero artesano me fabrica emocionado
Soy el sombrero vueltiao
Fabricado con caña flecha
Soy una cosa bien hecha

Con respeto y con cariño
Pa’ que vengas unos chinos a envolatar mi procedencia
Yo soy puro criollito
Soy finzenu, zenufana y panzenu

Hay unos que me llaman sobreros indianos
Y a mí me suena bacano
Soy símbolo cultural
Soy insignia nacional
Soy orgullo colombiano
Con sentimiento profundo
Me paseo por todo el mundo y ahora me quieren clonar

Quieren burlase de mi
Con material reciclao´
Pero el sombrero vueltiao
Solo se hace en mi país

Desde pequeño me hacen
Con caña flecha criolla
De esa que nunca se parte y solo crece en mi Colombia

Donde exista un colombiano estoy
Donde está mi flexión yo voy
Donde suene un vallenato estoy
Sombre vueltiao compadre soy

Pero a quien se le ocurrió
A quien se le ocurriría
Comparar esta plastifibra con un ñeñe como yo
Eso es puro cuentico chino pa’ ti
Eso es puro cuanto chino pa’ mi
El sombrero no va a morir.

Y el video: