El nuevo gobierno chino se enfrenta a todo un paquete de reformas

In by Andrea Pira

Xi Jinping y Li Keqiang fueron designados oficialmente como próximos presidente y primer ministro del país, culminando así la transición de poder. La historia política y económica de China en los últimos 40 años se explica a través de etapas, que van desde la época maoísta dedicada a la construcción de un estado comunista hasta la instauración del “socialismo con características chinas” que serviría de base ideológica para hacer de China un país orientado al desarrollo económico.

En la última década, China alcanzó un crecimiento que ningún otro país del mundo ha logrado, convirtiéndose en la segunda economía mundial y adquiriendo un peso político relevante a nivel internacional al ser fundamental para las economías de sus socios comerciales.

“China permanece en un periodo importante de oportunidades estratégicas en las que mucho puede ser alcanzado. Hay condiciones favorables y factores positivos, así como un número de riesgos y retos para el desarrollo económico y social de China”, expresó el saliente primer ministro Wen Jiabao, en su discurso inaugural de la ANP. Sus palabras fueron entendidas como un consejo al nuevo liderazgo.

Sin embargo, según Wen, este desarrollo se ha revelado desbalanceado, descoordinado e insostenible. El rápido crecimiento ha retado la organización social de China, que ha visto una brecha mayor entre ricos y pobres. De igual forma ha cuestionado la rentabilidad de sus industrias, que sufren una disparidad entre la capacidad de producción y la demanda mundial, y el impacto del medio ambiente, que hoy revela unas cifras desalentadoras de contaminación en el aire, agua y tierra.

¿Dónde reformar?

Si bien China habla de reformas anuales, éstas se enmarcan en el doceavo plan quinquenal lanzado en 2011, y en los acuerdos aprobados por el pasado Congreso del Partido Comunista, en noviembre pasado.

Uno de los principales focos es el cambio de modelo económico de China, de uno masivo a uno sostenible, basado en la innovación y el desarrollo científico. Para esto, Wen anunció que el objetivo de crecimiento será del 7.5% para este año, la cifra más baja en los últimos 10 años de China, acostumbrada a ver dos dígitos.

Un crecimiento más lento permitiría concentrarse en el desarrollo interno de su economía, para potenciar a una clase media capaz de sostener el consumo nacional y eliminar su excesiva dependencia a las exportaciones.

A inicios de febrero China publicó unas líneas guía para reducir la brecha socioeconómica del país, que se esperan sean implementadas en los próximos años. Estas guías coinciden con las palabras de Wen.

Se contemplan reformas a nivel de impuestos, reduciéndolos para los más pobres e incrementándolos para los más acomodados, así como una protección social y económica para los campesinos, que resguarde sus tierras y subsidie sus labores agrícolas. La agricultura será una prioridad en el próximo gobierno, pensando no sólo en mantener la producción anual sino aumentarla, buscando soluciones tecnológicas para el suelo árido y seco que presenta China.

Además es urgente proteger la propiedad de los campesinos, pues el gobierno reconoce que las expropiaciones forzadas se han convertido en el principal motivo de protestas rurales. Las medidas buscan reducir el número de pobres que viven con un ingreso menor de 366 dólares, pasando de 128 millones de pobres, registrados en 2011, a 80 millones para 2015. Para lograrlo, China se ha establecido como meta duplicar en 2020, el PIB per cápita registrado en 2010.

Así mismo, se menciona una reforma que está en discusión desde hace unos años: la flexibilización del sistema de registro nacional. Para mejorar la calidad de vida de sus trabajadores migrantes, China planea liberalizar los permisos para que puedan acceder a beneficios sanitarios y educativos en las ciudades, que hoy en día no pueden gozar por trabajar en estado ilegal.

Otras medidas contemplan una oferta mayor de empleos, reducir los procesos administrativos del gobierno y controlar los precios de los inmuebles para garantizar el acceso paritario a toda la sociedad.

Xi Jinping se embarcó en este proceso reformista, enfatizando en la necesidad de cambios políticos para mantener el poder del Partido Comunista. Para esto, Xi lanzó a finales de enero su campaña de austeridad y de lucha contra la corrupción, considerada como el talón de Aquiles del gobierno chino y uno de los más grandes detonantes sociales.

Entre varios temas, se propuso que todos los funcionarios, desde miembros del gobierno a ejecutivos dentro de las empresas estatales chinas reporten sus ingresos y activos totales, para hacerles un seguimiento detallado. También se busca regular los aumentos salariales de las personas en altos mandos.

Si bien el dúo Xi-Li ha sido retratado como aquel que llevará a cabo reformas profundas internas, aún no es clara su verdadera capacidad dentro del gobierno, pues deben conciliar los intereses de muchos actores, incluyendo a las empresas estatales, el sector privado y las diferentes facciones del Partido Comunista.

Lo que si es evidente es que voces pesadas dentro del Partido, empezando por el Premier Wen, alertan que de no asumir cambios, China se enfrenta a una peligrosa situación a nivel social, debido especialmente a la grande brecha entre ricos y pobres –China tiene un coeficiente de Gini de 0.474, cuando el nivel de alerta de Naciones Unidas es de 0.4- y por la constante desmejora en la calidad de vida de los ciudadanos menos favorecidos.