Una escapada de la ciudad para experimentar “esquiar con características chinas” da a pie a diversas impresiones sobre la vida en Urumqi —en ojos de un local—, quien también nos relata parte de lo que vivió en los disturbios de julio de 2000 en Urumqi.
Dos amigos uigures se ofrecen a llevarnos al mejor lugar de las montañas de NanShan: the Silk Road Resort, a una hora de Urumqi. Nunca he esquiado en mi vida, pero escuché que involucra nieve y esquíes. Shaina tampoco (no le nieva en Miami). Seremos dos en la pista para niños.
Tan pronto salimos de Urumqi me doy cuenta de la gran cantidad de contaminación en la que vivo. Fuera de la ciudad no sólo el sol brilla más claro, sino hasta parece que mi ropa tiene más color. Hay días en que la vida es en blanco y negro. “Años pasados era peor”, dice Niyat, de 27 años de edad. “Pasabas un pañuelo por tu frente, y quedaba negro. En este invierno, más gente usa más gas natural, menos carbón”.
Durante el trayecto nos habla de los disturbios de julio 2009. Él calcula que más de mil personas murieron en enfrentamientos callejeros (la cifra oficial ronda los ciento cincuenta). Grupos de uigures y de chinos se lincharon unos a otros. Gente quedó varada en restaurante y escuelas, aterrada de salir a las calles para ir a casa.. El internet fue suspendido y se inhabilitaron las llamadas telefónicas del extranjero. Se limitó el número de mensajes de texto que cada usuario podía hacer al día.
“Mi hermana estaba en el KFC cuando todo inició. Ahí durmió esa noche. Hombres se paseaba con bastones y cuchillos. Las personas iban armadas con palos en los autobuses”, cuenta Niyat.
Los disturbios comenzaron como protestas pacíficas de universitarios. Después se salió de control y la policía fue incapaz de imponer el orden. Llamaron el ejército, mismo que patrulla ciertos sectores de la ciudad todavía.
Según estos dos jóvenes, los disturbios sirvieron para ventilar el sentimiento general de los uigures –en contra del orden Han–, pero provocaron políticas de control más severas. Ahora hay más restricciones en cuanto a libertad de tránsito y de expresión. “Les dimos más razones para reprimirnos”.
“Tengo un amigo que trabaja para el buró de seguridad. Cada día, revisa varias conversaciones telefónicas y mensajes de texto, elegidos de forma aleatoria. Si encuentra algo raro, lo reporta”. Le pregunté por las llamadas por Skype, y dice que también: si mencionas la palabra “uigur” en inglés, la llamada frecuentemente se corta.
Llegamos al resort, el cual consiste en un lobby gigantesco y cinco pistas interpuestas en las que varía el grado de dificultad. La temática del resort es personajes de Disney. Dudo que paguen derechos por aquel Winnie Pooh.
La mayoría de la gente es Han. Algunos de ellos visten el equipo completo: pantalones especiales, visores, chamarras fosforescentes, y una mirada de “apartaos”. Por ¥200 (unos $35 dólares) uno puede esquiar cuatro horas. El precio incluye la renta del equipo. Sin embargo, hay que dejar un cuantioso depósito en efectivo.
El lobby es un lugar inspirado en los resorts europeos, aunque no carece de “características chinas”. Los esquiadores sorben té y escupen semillas de girasol al piso. Del restaurante salen platos de fideos y kebaps. Los baños están sucios. No falta quienes tienen la música a todo volumen en sus iPhones. De entre todos esos plebeyos destacan los snowboarders, concentrados en sus RedBull y en la montaña.
El resort es pequeño Liliput: un tramo de montaña cuyos árboles centenarios fueron desplazados (probablemente a las microviviendas recién construidas en la carretera) . Niyat dice que el dueño tiene amigos en el gobierno. “Nadie más tiene permiso para talar árboles”.
La mayoría de la gente no sale de la pista más fácil. De hecho, es complicada ya que hay muchísima gente que esquivar. Chinos caen continuamente y chocan entre sí. Las chinas aprovechan para dar gritos “femeninos” y aferrarse fuertemente de sus novios (eso es el ritual de apareamiento entre los chinos básicamente). Hay algunos que deciden bajar la montaña a gatas. Casi todos visten jeans.
Canastillas me llevan a las cimas de las diversas rutas. Tras algunas caídas, aprendo a usar mis pies para mantenerme de pie al deslizarme. Justo antes de terminar las cuatro horas, me lanzo a la conquista la pista nivel 3 de 5. Grave error. El descenso me toma el doble de tiempo y el triple de golpes. En algún momento, un esquí voló y me tomó un buen rato recobrarlo. Pero ya es una cosa menos en esa lista de cosas que debo hacer antes de morir y/o casarme.
Jorge A. Ríos escribe desde Urumqi. Su blog se encuentra en China Files y en Desde el far west chino. Haz click acá si quieres saber más de este blog.
He aquí el video: http://video.sina.com.cn/v/b/96333695-2382310317.html