“Las mujeres sostienen la mitad del cielo”, dijo alguna vez Mao Zedong, cuyas célebres máximas pasaban a formar parte de la sabiduría popular china apenas salían de su boca. “Cualquier cosa que los camaradas hombres hagan, las camaradas mujeres también pueden hacer”, señaló en otra ocasión. Pero la realidad es que, más de 30 años después de la muerte de Mao, las cosas no sólo no han cambiado para las mujeres en China, sino que están perdiendo terreno.
Esta semana cambiará radicalmente la composición del gobierno chino, como parte de una transición política que ocurre cada diez años. El vicepresidente Xi Jinping y el vicepremier Li Keqiang serán designados, con casi total seguridad, como los sucesores de Hu Jintao y Wen Jiabao para la próxima década. Siete nuevos integrantes se sumarán al Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista -la máxima instancia del poder en China- y entre el 60 y 70 por ciento de los altos cargos cambiarán de manos. Y aunque es grande la incertidumbre antes del final del Congreso Nacional del Partido Comunista, una cosa parece segura: la política china seguirá siendo, como lo ha sido históricamente, un asunto de hombres.
Entre los candidatos para ocupar uno de los nueve escaños en el Comité Permanente sólo hay una mujer. Se trata de Liu Yandong, la única presencia femenina entre los 25 miembros -24, desde la expulsión de Bo Xilai- del Politburó del Partido. Hija de un viceministro de agricultura durante la época de Mao y cercana al ex presidente Jiang Zemin, Liu se ha forjado una reputación como una líder prudente y capaz con buenas relaciones entre las diferentes facciones del partido. Hasta el momento ha estado a cargo de las políticas de educación, ciencia y cultura, y habría participado en el diseño del paquete de estímulo con el que China sorteó la crisis económica de 2008. Sus opciones, según varios estudiosos de la política china, son moderadas.
La historia no está de su lado. Ninguna mujer se ha sentado en el selecto grupo de nueve donde se toman las decisiones más importantes desde la fundación de la República Popular China en 1949. Wu Yi, la ‘Dama de hierro’ china que lideró las negociaciones para el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio, llegó hasta el Politburó y el puesto de vicepremier, pero no pudo acceder al último peldaño pese a ser la protegida del ex premier Zhu Rongji.
A nivel político la representación femenina es mínima. No hay ninguna ministra en el gabinete desde que Wu Yi dejó el Ministerio de Salud en 2005. De las 33 provincias chinas, solamente Fujian cuenta con una secretaria del Partido y Anhui con una gobernadora. Apenas seis mujeres han ocupado alguno de estos dos cargos, los más importantes a nivel regional, en las seis décadas de gobierno comunista. Y la Asamblea Popular Nacional -el legislativo chino- cuenta entre sus miembros con un 21% de mujeres, un punto porcentual por debajo del que tenía a la muerte de Mao.
Asimismo, solamente el 23% de los 83 millones de miembros del Partido Comunista son mujeres, evidencia de las dificultades que enfrenta una mujer para ascender a nivel político en China. En cambio, las minorías étnicas -el 8% de la población china- constituyen el 7% del Partido.
“La última década ha visto cambios graduales en los rangos medios y bajos del liderazgo político, pero este aumento en el número de mujeres se ha dado en posiciones de menor poder”, señaló a China Files Tamara Jacka de la Universidad Nacional de Australia, quien ha investigado las dinámicas de género en la política china.
“Habrá más mujeres en el poder a medida que ascienden las funcionarias educadas y con experiencia política, pero el mayor obstáculo es que existe una clara discriminación de género que el gobierno chino no ha enfrentado. Y no hay ninguna evidencia de que habrá un cambio de política en el futuro cercano”, añadió Jacka.
Esto no quiere decir que las mujeres no hayan desempeñado un papel protagónico en la historia reciente china. Soong Ching-ling, la esposa del revolucionario nacionalista Sun Yat-sen, fue una de las figuras políticas más destacadas de la primera mitad del siglo XX.
Jiang Qing, la cuarta esposa de Mao, fue una de las figuras con mayor poder durante los turbulentos años de la Revolución Cultural. Tras la muerte de su esposo, ella y sus aliados políticos más cercanos -un grupo conocido como la ‘Banda de cuatro’- fueron declarados contrarrevolucionarios. Jiang fue condenada a muerte y luego a cadena perpetua. “Yo era el perro de Mao. Mordía a quien él me pidiera que mordiera”, dijo célebremente durante su juicio público en 1980, que muchos interpretaron como una farsa destinada a encontrar un chivo expiatorio que permitiera limpiar de culpas la memoria del ‘Gran Timonel’.
Un mundo para hombres
El problema, sin embargo, va más allá de la política. Varios estudios han demostrado que las diferencias salariales y de oportunidades se están acentuando precisamente en estos años de veloz crecimiento económico, cuando debería suceder lo contrario.
Los salarios en zonas urbanas de mujeres constituyen el 67% del de los hombres, o diez puntos porcentuales menos que hace 20 años, reveló un estudio realizado en 2011 por la Federación China de Mujeres y la Oficina Nacional de Estadística. Y en zonas rurales la situación es peor: si hoy las mujeres perciben el 56% de lo que ganan los hombres, esa cifra es 23 puntos porcentuales más baja que en 1990.
Igual de preocupante, el 4% de las juntas directivas y el 5,6% de los gerentes generales en las mayores empresas del país asiático son del sexo femenino, reveló una investigación de la Escuela Internacional de Negocios Chino Europea (CEIBS) hace dos semanas. En las empresas estatales, las fuerzas detrás de la economía china, su representación en los cargos más altos cae al 3%. Apenas una de las 120 mayores estatales del país tiene una mujer al frente.
Todo parece indicar que las mujeres “sostienen una cuarta parte del cielo”, y no la mitad como Mao creía.
Artículo publicado en La Nación (Argentina)