China es el principal mercado de exportaciones para Chile y Perú, el segundo de Colombia, y se convirtió en la última década en el principal socio comercial de Brasil, y el segundo de Venezuela y Argentina. Estimaciones de la la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) prevén que para 2014 China se consolide como el segundo destino de los envíos de la región, por encima de la Unión Europea. En diez años el comercio entre ambos bloques pasó de US $15.000 millones a US $183.068 millones, un crecimiento anual promedio del 28,4 %. Pero al tiempo que el gigante asiático se erige como una carta clave en el destino económico de la región, surgen dudas acerca de cuán sustentable es la actual relación comercial entre Latinoamérica y China, y cómo puede transformarse en aras de favorecer y diversificar la balanza.
"La mayoría de países han venido reflexionando sobre la diversificación, pero la pregunta real es ¿cómo lo haces? ¿Puede un país de repente fabricar productos que no tiene en estos momentos? Es más realista que amplíen las exportaciones hacia otro tipo de materias primas, como la carne vacuna o productos hechos de soya como el etanol. Es decir, moverse hacia productos derivados de esos commodities, pero con valor añadido y trabajo detrás”, apunta Matt Ferchen, economista de la Universidad Tsinghua de Beijing especializado en comercio entre América Latina y China.
"La pregunta siempre ha sido qué vender y comprar de China. Pero el interrogante hoy va en “cómo relacionarnos con China y con las empresas chinas”, afirma el viceministro de Comercio Exterior de Costa Rica, Fernando Ocampo. “Debemos encontrar nichos que encuentren ventajas comparativas con China y encontrar productos que puedan competir en nichos de mercado en donde los chinos quieren consumir productos de calidad y que puedan diferenciarse”, declaró durante la reciente VI Cumbre de negocios China – América Latina, que terminó el jueves en la ciudad de Hangzhou.
Costa Rica es tal vez el único país cuyo comercio con China está basado en productos de valor agregado, con sus exportaciones concentradas en los circuitos integrados en un 95%. “Queremos enfocarnos no tanto en la cantidad, sino en la calidad del comercio. Costa Rica no tiene un volumen de comercio enorme ni somos importantes en exportación de materias primas, de insumos ni de bienes producto de la industria extractiva. Para nosotros es fundamental el valor agregado, tener una calidad”, señaló en Pekín Marco Vinicio Ruiz, embajador costarricense y ex ministro de Comercio Exterior.
Para Ocampo, de la creciente relación con China surgen varios retos a evaluar: cómo presentar productos competitivos que se correspondan con la demanda de la China contemporánea, atraer a las empresas chinas para producir y vender en los mercados locales, explorar las posibilidades de demanda en el nicho de servicios y aprovechar el boom turístico chino para responder a la demanda con propuestas asequibles en la región. “No es vender naranjas, sino vender pulpa de jugo de naranja”, aclaró.
La embajadora uruguaya en China, Rosario Portell, coincide con una de las premisas de Ocampo, y sostiene que “cuando el poder adquisitivo de la población sube, como está sucediendo en China, el consumo de productos de alta calidad también. Nuestros productos de alto valor agregado en el sector de alimentos tienen mucho potencial. Nuestra carne, por ejemplo, ha ingresado ya a China. De hecho, diversificar los mercados es la garantía de nuestro crecimiento y de la calidad de nuestros productos”.
El rubro de los alimentos el que parece ofrecer una de las mejores oportunidades para América Latina. China cuenta con casi el 20% de la población mundial, pero apenas con un 9% de la superficie agrícola. Esta realidad ha convertido a China en un importador neto de alimentos.
Es también esta demanda la apuesta a futuro de Chile, el único país del hemisferio que ha logrado diversificar su balanza comercial significativamente. Además de haber logrado incluir otras materias primas como hierro, pasta de madera y harinas no comestibles –restando protagonismo al cobre como producto estrella-, en los últimos tres años, se ha posicionado como el segundo mayor proveedor de fruta fresca de China y, de seguir el ritmo de crecimiento en los envíos de sus siete frutas autorizadas, pronto superará a Tailandia como el primero. En total, el año pasado Santiago exportó US $145 millones en fruta fresca, además de US $90 millones en vinos y US $92 millones en pescados y mariscos.
Pocos huevos dentro de la canasta
En su mayoría, las exportaciones latinoamericanas a China dependen de un producto: 53.1% de las ventas argentinas son de soya, el 60% de las colombianas son de petróleo, 55% de las chilenas son cobre y derivados, y 38.6% de las peruanas son de concentrado de cobre, según datos de la Cepal. En total, 14 países de la región tienen más del 75% del total de exportaciones a China concentrado en tan sólo tres productos.
"El reto que tenemos es cambiar las materias primas por productos terminados, por servicios y manufacturas. Ahí hay un gran espacio que debe ir también acompañado de mayor inversión”, señaló Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), durante la VI Cumbre de negocios China – América Latina.
Este es un tema que inicia también a preocupar a la contraparte china, pues el actual balance de la relación comercial, en dónde China compra commodities y vende productos de bajo valor a la región, da como resultado una balanza deficitaria para América Latina y no impulsa el desarrollo de la región. China no está interesada en frenar el crecimiento de lo que puede ser considerado su cuarto socio comercial, que es el puesto que tiene América Latina si se evalúa el comercio bilateral de la región con China.
"No podemos mantenernos en ventas de productos de bajo valor y para esto debemos invertir en mayores centros de investigación y desarrollo en América Latina, y evaluar la opción de establecer nuestras compañías en la región”, afirmó Yu Ping, vicepresidente del Consejo Chino para el Fomento del Comercio Internacional (CCPIT). “El ambiente de ambas partes es promover productos de mayor valor como el café de alto nivel, vino, carne de res o de cordero. Esto puede enriquecer las necesidades de los consumidores chinos”, añadió.
Y las oportunidades van más allá del tema agrícola. “Vivimos en un mundo de cadenas productivas, que fueron importantes para el desarrollo de Asia. China fabrica un teléfono celular diseñado en Los Ángeles con partes producidas en los países cercanos, y luego regresa para ser empacado y devuelto a Estados Unidos. Estas cadenas globales deben emerger y América Latina debe participar en ellas”, aclara Moreno.
Precisamente durante la cumbre de negocios fue anunciado una plataforma de inversión creada entre el BID y el Banco de Exportaciones e Importaciones de China (Exim Bank) por 1800 millones de dólares para proyectos en infraestructura, en la explotación de recursos agrícolas y naturales, y en el desarrollo de empresas medianas latinoamericanas, con el fin de profundizar la diversificación de la relación bilateral.
La clave está en la integración, no sólo a nivel político sino comercial y económico, según Alicia Bárcena, Secretaria ejecutiva de la CEPAL. “No puede ser que nuestros países negocien individualmente con un país de las dimensiones de China. Nuestros países se tienen que organizar entre sí para poder articular una mejor postura y generar mecanismos intrarregionales vía Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Alianza del Pacífico, o el Sistema de la Integración Centroamericana”, afirmó.
Los países que tienen TLCs con China podrían estructurar acuerdos de origen que apalanquen las exportaciones de los otros países latinos hacia China y creen redes intra-regionales de producción. “En bloque vamos a ganar mucho más”, precisó.
Reportaje publicado en La Nación (Argentina)
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