Esculpir una imagen de Buda en la piedra. Abrir una cueva en la roca para hacerle un nicho a la figura budista. ¿Pero más de cien mil? Eso es justamente lo que hicieron las antiguas dinastías chinas en las riberas del río Yi en la provincia de Henan, donde 1.400 cuevas albergan Budas de todos los tamaños y formas – recostados, reclinados, Maitreyas, Bodhisattvas, sentados, descabezados, en alto relieve, del tamaño de un dedo o de 57 metros de altura. Un recorrido por las Grutas de Longmen, uno de los mayores tesoros artísticos de la China antigua.
La titánica tarea tomó más de mil años, aunque de manera interrumpida y a lo largo de varias dinastías. Comenzó en torno al año 493 durante la época de la dinastía Wei del Norte y se extendió hasta el siglo XII, cuando el conflicto entre las dinastías Jin y Yuan puso fin a la aventura artística. Las grutas, ubicadas 12 kilómetros al sur de la ciudad de Luoyang, se convirtieron a partir de ese momento en uno de los mayores sitios de peregrinación en China. Tanto que los japoneses planearon su saqueo durante su invasión en los años 30, gracias a lo cual el número de estatuas en museos nipones es significativo. Hoy se encuentran ampliamente protegidas y han sido denominadas Patrimonio de la Humanidad.
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