Una segunda oportunidad para México en China

In by Simone

México ha sido tradicionalmente uno de los países latinoamericanos más cercanos a China, pero la calidez de las relaciones diplomáticas entre los dos nunca se ha traducido en un intercambio económico significativo. Pese a que todos los presidentes mexicanos desde Luis Echeverría han visitado Beijing, durante los últimos 20 años, la ausencia de una estrategia definida hacia China ha impedido que las relaciones entre ambos prosperen. Incluso, los últimos años han visto un deterioro, especialmente con la respuesta china al brote de la epidemia del AH1N1 en 2009 y con el encuentro en Los Pinos entre el Dalai Lama y el presidente Calderón en septiembre pasado. Reportaje especial para la revista Expansión sobre los retos y desafíos que enfrentará en China el próximo presidente mexicano.
China se convirtió en el segundo socio comercial de México hace ya nueve años, pero en la realidad esto se traduce en una balanza desequilibrada. El año pasado México exportó US $5.965 millones hacia China pero importó US $52.248, según cifras de la Secretaría de Economía. La relación es de 9 a 1, generando un déficit comercial de 46.000 millones de dólares en 2011.

“El déficit comercial representa un problema comercial, económico y político que requiere una solución bilateral”, señaló el economista e investigador Enrique Dussel, quien lidera el Centro de Estudios China–México de la UNAM, durante una conferencia en la Universidad Tsinghua de Beijing. Para Dussel, la poca sustentabilidad de esta situación para los dos países requiere un diálogo serio y refleja la incapacidad de las élites económicas mexicanas en poner estos temas sobre la mesa.

No es el único dato que causa preocupación. En el último decenio las exportaciones mexicanas hacia China viraron desde productos con valor agregado hacia materias primas, un fenómeno que Dussel llama la creciente “latinoamericanización” del comercio con el país asiático, debido a que las ventas chinas de casi todos los países de la región giran en torno a minerales, hidrocarburos y alimentos. Si en 2000 las exportaciones mexicanas estaban concentradas en un 85% en productos electrónicos y automotrices, el año pasado el 52% de éstas eran materias primas, lideradas por el petróleo y el cobre.

Por otro lado, la inversión extranjera directa de China en México ha sido baja: apenas US $151,9 millones desde 2000, lo que representa menos del 0,01% de la IED total atraída por México, según la Secretaría de Economía. El año pasado la IED china en México sólo sumó US $1,8 millones, igual a la de Costa Rica y Uruguay en el país en el mismo año.

México es consciente de esta situación desde 2009, cuando convocó un Grupo de Trabajo México-China integrado por funcionarios públicos, empresarios y académicos con el objetivo de analizar las relaciones entre los dos. Entre las 29 recomendaciones que se formularon figuran varias que aún siguen pendientes, como mejorar la infraestructura portuaria en el Pacífico e identificar cadenas de valor que pueden canalizar inversión china, como el electrónico y el de autopartes. Se ha logrado destrabar la entrada de productos mexicanos como la cerveza, el tequila y la carne de cerdo, pero la canasta exportadora mexicana en China sigue siendo poco diversificada.

El primer paso para incrementar el intercambio económico entre los dos países es relanzar las relaciones diplomáticas, señala Wu Guoping, investigador de la Academia China de Ciencias Sociales que estudió en el Colegio de México y la UNAM. México puede beneficiarse del nuevo Plan Quinquenal lanzado por gobierno chino en 2011, que busca generar un cambio en el modelo económico, reduciendo así la dependencia de las exportaciones y optando por un sistema que permita una mayor importación de bienes de consumo para satisfacer la demanda de una ciudadanía con cada vez mayores ingresos, afirma Wu.

“Nuestro crecimiento económico desde la crisis ha dependido de la inversión pública, en áreas como el ferrocarril, y del sector inmobiliario. Ahora China quiere basarlo en el consumo interno”, señala Wu, añadiendo que “una mayor importación de bienes significa nuevas oportunidades para México y para América Latina”. Y en este sentido, implicaría abrirle puertas chinas a la producción mexicana, después de un estudio serio de la oferta ya existente y una posible demanda en el país asiático.

Esta sería la salida más efectiva para Dussel: "debemos preguntarnos si somos capaces de añadir algún valor a los productos minerales o si vamos a continuar con una estructura de comercio que conlleva grandes problemas".

Publicado en la Revista Expansión (México)

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