Asia Files: India entre sus nerds y su población analfabeta

In by Simone

Snighda Nandipati, de 14 años, fue la ganadora del spelling bee 2012, concurso de ortografía reservado a estudiantes que residen en Estados Unidos. Shouryya Ray, de 16 años, estudiante en una escuela en Dresden, Alemania, solucionó un problema matemático que llevaba 350 años sin ser resuelto. Viswanathan Anand, de 42 años, se coronó campeón mundial de ajedrez por quinta vez consecutiva. Él inició a jugar los seis años.

Estas tres noticias, publicadas el pasado mes, galvanizaron a la prensa india y aún gozan de un considerable eco nacional, pues recuerda la tradición que ha tenido India en el mundo de producir personas notables y excelentes. Una afirmación que tranquiliza a su gobierno y su población al pensar en su futuro como superpotencia mundial.

El hecho de que los tres personajes hayan alcanzado tal éxito en India y en el exterior, y que además sean todos jóvenes, refuerza una convicción muy encajada en la clase dirigente india: la apuesta debe ser sobre las nuevas generaciones, si se quiere participar en la carrera de ser potencia. Esa es la clave para ganar un reconocimiento global y entrar en el club de los países importantes.

El factor joven es un arma que el gobierno indio usa para esgrimir cuando se debe enfrentar a las cifras dolorosas que se presentan en las estadísticas globales, y especialmente cuando la comparan con China, su vecino y nueva potencia asiática. Basta pensar en el aumento de PBI, en la alfabetización o en la condición de la mujer: todos son temas en los que India se dedica a perseguir a la locomotora china.

Pero de 1.200 millones de indios, el 50% está por debajo de los 25 años y el 65% por debajo de los 35. Significa que 700 millones de jóvenes están listos para tomar las riendas y trabajar por su futuro, mientras que en China, con su política del hijo único, su envejecimiento cada vez es mayor. De acuerdo a varias proyecciones, en 2020 el 11% de la población china tendrá más de 65 años.

La ventaja demográfica india debería ser un campo de semillas para el sistema educativo nacional, y podría ser pensado como un laboratorio para moldear los líderes del mañana. Pero a pesar de los números positivos en términos de recursos humanos, que incluso juegan a favor de Delhi y algunas ciudades grandes, la prueba de fuego se encuentra en la verdadera india, lejana de los estereotipos de espiritualidad y ascetismo que se usan para referirse al subcontinente.

Según una investigación de Pratham, una ONG que se encarga de temas educativos en contextos de pobreza, analizó una prueba de 13.000 escuelas en la India rural –donde vive el 70% de la población-. La mitad de los estudiantes entre los 10 y los 11 años no son capaces de leer un texto en inglés pensado para niños de 7 u 8 años.

Las cosas no mejoran con los estudiantes mayores, especialmente debido al sistema de educación rígido y basado en el aprendizaje mnemónico de los conceptos y que no promueve un pensamiento crítico y creativo. El camino, como se ve hoy en día, es uno orientado a las calificaciones, y esto se extiende incluso hasta las universidades.

El sistema gradúa a 3 millones de estudiantes al año, la mayoría de ellos en campos científicos como la ingeniería y la informática, -áreas en las que India ha construido una gran reputación-. Pero, a parte de unos pocos centros reconocidos por su excelencia académica, como el Instituto indio de tecnología, los Institutos indios de tecnologías de la información y los Institutos indios de administración, -todos subvencionados por fondos gubernamentales y que sólo aceptan a un estudiante por cada cincuenta que se postulan-, las universidades indias producen profesionales incompetentes, que no están preparados para entrar al mundo laboral.

El 85% de los graduados que se presentan a entrevistas laborales, normalmente son catalogados como “no idóneos” por las empresas nacionales, según una encuesta de la Asociación nacional de compañías de software y de servicios (NASSCOM). Este reporte indica que los candidatos no pueden resolver problemas en los exámenes preliminares y en general, demuestran baja habilidad en su creatividad y originalidad.

Esta investigación se suma a otras publicadas en años anteriores, que confirman que los estudiantes sienten “terror” ante sus examinadores, y prefieren repetir discursos acartonados y preparados con anterioridad en un inglés mecánico, que no deja espacio a la espontaneidad ni a la comprensión de temas más profundos.

Una tendencia que pone en peligro la conversión india hacia un Estado manufacturero y posible fábrica mundial, o como una potencia ingeniosa y exportadora de ideas e innovación.

Y pensar que las mentes indias del pasado han enseñado al mundo a usar el cero en el sistema numérico, a desarrollar nuevas tecnologías en misiles, a jugar con naipes o ajedrez, a desarrollar telares e incluso a practicar la cirugía plástica. Esto, sin contar las compañías de hi-tech como Infosys, TCS y Wipro, líderes mundiales en el mercado de tecnología. Un país que realmente ha funcionado como potencia en la región y en el mundo en ciertos sectores.

Las historias de los “ganadores” como Nandipati, Ray y Anand, esconden una estructura mental mecánica y rígida para enfrentar los retos del progreso. Ellos hoy en día, sin duda son exitosos, pero revelan una práctica extrema de la memoria y ciega determinación. Nandipati, por ejemplo, contó que su padre la entrenó desde los cuatro años usando 30.000 “flash cards” para obligarla a aprender la ortografía de palabras como “guetapens” e “chionablepsia”.

Si India de verdad quiere graduarse como una superpotencia mundial, sus números matemáticos, ni su memoria fantástica, ni el sudor de unos pocos, podrá ser suficiente. La inversión va más hacia proyectos educativos, que como primera misión, se concentre en ofrecer un sistema equitativo a lo largo del país y no solo en las grandes capitales.

Publicado en La Nación, Argentina

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