Con piezas de Chopin, Liszt y Satie, pero también con obras de tres leyendas de la música argentina, debutó el fin de semana pasado en China la reconocida pianista argentina Marcela Roggeri. Sonaron por primera vez piezas de los compositores clásicos Alberto Ginastera y Carlos Guastavino y los tangos de Astor Piazzolla en el flamante Centro Nacional de Artes Escénicas de China -el famoso “huevo” al lado de la Plaza de Tiananmen- en Beijing. China Files conversó con Marcela Roggeri después del concierto.
Discípula del renombrado pianista argentino Bruno Gelber, Roggeri se ha especializado en la música de Erik Satie y Domenico Scarlatti y ha tocado bajo las órdenes de algunos de los mejores directores del mundo, como Rafael Frühbeck de Burgos y George Pehlivanian. Pero Roggeri además ha insistido siempre en llevar a los mayores compositores latinoamericanos -Ginastera, Guastavino, Piazzolla o el brasilero Heitor Villa-Lobos- a los mejores escenarios internacionales.
Entre sus grabaciones destacan precisamente varias dedicadas a compositores argentinos, que comenzó el año de las celebraciones del bicentenario de independencia: una de Guastavino con el clarinetista Florent Héau y una de Piazzolla con la soprano Magali Léger. Además con el pianista brasilero Marcelo Bratke ha grabado un recorrido por las obras para piano de Aaron Copland y un proyecto con los Meninos do Morumbi, un grupos de músicos originarios de las favelas de Rio. Y su último disco fue Fandango y sonatas, con trece de las composiciones al estilo de Scarlatti del sacerdote español Antonio Soler en el siglo XVIII.
¿Cómo fue la experiencia de tocar en China y en el gran ‘huevo’ de Beijing?
Es la primera vez que vengo a China. Ha sido increíble porque pasé en cuestión de días de estar en Tilcara -en el norte de la Argentina- tocando obras de Ariel Ramírez a Beijing, pasando por una abadía en Aix-en-Provence.
En el Centro Nacional de Artes Escénicas tienen la idea de abrirse a la música occidental de diferentes maneras y a propuestas artísticas de países tan lejanos como la Argentina. Les gustó la propuesta tan variada que les envié y me quedé muy sorprendida con lo abiertos y curiosos que son. Es muy interesante que países que estuvieron tan cerrados sobre sí mismos estén teniendo esta apertura. Y al final, conocemos menos de la música de ellos que ellos de la de nosotros.
¿Siempre llevas a Ginastera, a Guastavino y a Piazzolla en tu maleta cuando viajas?
Soy una real entusiasta. Siempre he incluido compositores argentinos en mis presentaciones, desde los más históricos hasta Pablo Aguirre, Esteban Benzecry y otros de la nueva generación. Hay música muy interesante en la Argentina hoy día, siempre partiendo de la música tradicional, como lo ha hecho Osvaldo Golijov. Hacer llegar esa música nuestra a la mayor parte de gente posible es una de las mejores maneras de hacer patria.
En abril estaré tocando este programa de “Viva Argentina” que creé hace dos años en St Martin-in-the-Fields, en Londres, en un momento en que las relaciones entre los dos países están tensas [a causa del conflicto por las islas Malvinas.] No hay mejor manera de acercarnos que con música de muy alto nivel.
¿Cómo escogiste el repertorio para presentar en Beijing?
Me pidieron que hiciera una parte de música clásica, así que escogí tres piezas de Chopin, una de Liszt y las “Tres gnossiennes” de Satie. Pero para la segunda parte incluí a los argentinos. No tenía tanto tiempo y el programa ya era bastante largo, de unos 100 minutos, así que hice una especie de muestra de obras elegidas de cada uno de estos compositores.
Elegí obras que me gustan mucho: empecé con la música urbana de Piazzolla y me fui pasando hacia la pampa con Guastavino y Ginastera, con lo que puedes ver un panorama un poco variado de la música argentina.
De Piazzolla presenté una versión arreglada de “Adiós Nonino”, seguido por “La milonga del ángel” y “La muerte de un ángel”, y terminando con un bis, que fue “C’est l’amour”. De Guastavino toqué el infaltable “Bailecito”. Me hubiera encantado tocar la “Sonatina para piano en G menor”, pero no me daba el tiempo. Y para cerrar, las “Danzas argentinas” de Ginastera -“Danza del viejo boyero”, “Danza de la moza donosa” y “Danza del gaucho matrero”- que ya son un clásico.
¿Qué opinión tuviste de tocar ante el público chino?
No vine con a prioris, pero tampoco pensé que me fuera a sentir tan cómoda. El público estaba tan callado al comienzo, se sentía un enorme silencio y recuerdo haber pensado ‘¿será que no les gusta?’ en un momento de la primera parte. Aplaudieron después de la última pieza, una obra muy virtuosa de Liszt, y entendí que sólo lo hacían hasta el final de cada segmento.
Al chino se le sienten mucho las emociones y eso lo facilitó mucho. Si no comunicamos a través de la lengua, puedes darte cuenta de lo que piensan a través de sus emociones. Lo he visto observándolos, en la calle.
¿Crees que los chinos reconocen el “Adiós Nonino”?
El tango les provoca mucha emoción y Piazzolla no necesita difusión porque es muy conocido. La mayor parte del público concibe el tango como danza y como música para bailar, así que es interesante mostrar ese aspecto del tango como una música para escuchar. Por eso intenté abordar otro aspecto de él.
¿Qué otros planes tienes para en tu primer viaje a China?
Mi otra pasión es la pintura. Me voy a conocer Shanghai y aprovechar para visitar varias galerías de arte.