En un momento en que China se ha convertido en la segunda economía mundial y el motor de crecimiento global, y en que aspira a ser una potencia geopolítica, cualquiera pensaría que un candidato con un sólido conocimiento del país asiático y la experiencia de embajador en Beijing tendría opciones de ser elegido presidente de Estados Unidos. Al menos pareció funcionar para George Bush padre, que fue enviado en China en 1974, cuando Washington tenía su embajada en Taiwán. Pero no parece servirle de nada a Jon Huntsman, que se la juega todo en las primarias de hoy en New Hampshire.
El problema es que la mayoría de votantes republicanos parecen poco interesados en política exterior y economía global, llevando a Jon Huntsman a verse cada vez más rezagado en la carrera por obtener la nominación del partido rojo estadounidense. Las cosas no se ven muy promisorias: no arañó ni siquiera el 1% de los votos en las primarias de Iowa, que ya descarrilaron las intenciones de una precandidata que sacó mejor votación. Así las cosas, las elecciones de hoy en New Hampshire -un estado mucho más liberal- serán su mejor, y tal vez su última, oportunidad para mostrar sus credenciales.
¿Su pecado? Haber servido como embajador durante el gobierno de Obama. No importa que durante su paso por Beijing hubiese sido crítico de temas como los derechos humanos y la censura en Internet. No importa que hable mandarín bien y que hubiese sido, de joven, misionero mormón en Taiwán. Ni que hubiese trabajado en todos los gobiernos republicanos desde Ronald Reagan, en cargos como embajador en Singapur (con Bush padre) o enviado comercial (con Bush hijo). Ni que su narrativa encaje bien en la imagen tradicional republicana: exitoso empresario -magnate en realidad- de la industria química, padre de siete hijos -incluyendo dos adoptivos, una china y otro indio- y religioso convencido… Su experiencia en China, en vez en validarlo como candidato, parece descalificarlo de una vez por todas para el cargo.
Pero parece que en el Estados Unidos actual interesan más las cruzadas morales de un Rick Santorum, el populismo Tea Party de Michelle Bachmann o la oposición a todo tipo de injerencia gubernamental de Ron Paul, que la experiencia de un hombre con experiencia en la industria privada, el comercio exterior y las relaciones con el principal acreedor de Washington. Y que llama más la atención un candidato que habla fuerte y claro -aun cuando lo hace para decir estupideces- que uno de un perfil más diplomático y conciliador.
Aunque la economía nacional ha sido el tema dominante en los debates electorales, China ha aparecido -casi siempre de manera negativa- en uno que otro. “En 2015 estaremos enviando tanto dinero en intereses allá, que estaremos pagando por el Ejército Popular de Liberación chino completo, el primer empleador del mundo”, dijo Bachmann en un debate sobre temas económicos. “Los chinos sonríen durante todo su recorrido al banco, llevándose nuestra moneda y llevándose nuestros empleos y llevándose buena parte de nuestro futuro”, dijo Mitt Romney -teóricamente un candidato moderado- en ese mismo debate. “Mucha gente está diciendo que el siglo XXI será el de China y que nosotros ya tuvimos nuestro tiempo bajo el sol (…) Yo creo que el gobierno comunista chino terminará en el cenicero de la historia si no cambia sus virtudes. Es importante para un país tener virtudes como la honestidad”, diría Rick Perry en otro.
Sólo Ron Paul y Newt Gingrich, aparte de Huntsman, han evitado hacer comentarios despectivos -y desconocedores- de China. Ninguno de ellos ha negado que el tema de la baja cotización del yuan chino les preocupa, pero se han mostrado partidarios de explorar el tema de manera políticamente responsable y razonada.
Durante su tiempo en Beijing Huntsman demostró que entiende bien el funcionamiento del sistema chino. Un caso que lo ilustra: en enero del año pasado la visita oficial de Robert Gates, secretario de Defensa, coincidió con el primer vuelo del avión chino de ataque furtivo (stealth). El equipo de Gates le aconsejó regresar antes de reunirse con el gobierno chino, pero Huntsman lo convenció de hacer lo contrario: manifestarle su desagrado al presidente Hu Jintao y continuar con la misión que lo llevaba allí. El consejo tuvo efecto y horas más tarde un avergonzado Hu respondía por el incidente ante la prensa.
Huntsman contaba con el respeto de Beijing, pero también recibió el ‘trato indiferente’ en algunas ocasiones, particularmente tras el conflicto entre China y Google, la visita del Dalai Lama a Washington o sus pronunciamientos sobre los derechos humanos en el país asiático. Consiguió el permiso oficial para visitar Tíbet y aunque otro permiso para visitar Xinjiang le fue negado, se desplazó allí como ciudadano corriente.
Pero parece que nadie en el Partido Republicano está interesado en saberlo…