El Premio Confucio, creado por Beijing como respuesta al Nobel de Paz para el disidente chino Liu Xiaobo, desaparece apenas un año después de ser entregado por primera vez. El premio, que busca premiar la lucha por la paz desde una “perspectiva china”, murió tan misteriosamente como nació. ¿Qué pasó?
La noticia de que Liu Xiaobo, el encarcelado activista de derechos humanos y autor de la Carta 08, había sido galardonado con el Nobel de Paz generó una tormenta en Beijing hace un año. Tanto que el gobierno chino intentó amedrentar a varios países para que no asistieran a la ceremonia de entrega en Oslo, que se hizo célebre por la silla vacía donde debería haberse sentado el homenajeado.
Apenas tres semanas después del anuncio del Nobel se lanzó con bombos y platillos el Premio Confucio, que nacía con el objetivo de reconocer esfuerzos por la paz y los derechos humanos desde una “perspectiva china”. Su creador era la Asociación para las Artes Locales Chinas, una agrupación poco conocida que aducía estar vinculada al Ministerio de Cultura. Beijing siempre lo negó.
Ese Premio Confucio inaugural recayó en Lien Chan, ex primer ministro de la República China (léase Taiwán) y miembro de un partido político nacionalista chino de la isla. Su mérito: haber contribuido a la mejora de las relaciones “en el Estrecho” – es decir, entre Taiwán y Beijing, que aún impulsa la política de “una sola China”. El comité, intentando dar legitimidad a un premio poco creíble por su improvisación y su timing, informó que los finalistas habían sido Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, Jimmy Carter y Nelson Mandela.
A pesar del amplio consenso entre la clase dirigente china sobre lo oportuno y apropiado que era la creación de un galardón de paz en honor al antiguo pensador chino, la ceremonia de premiación –un día antes que la de Oslo- estuvo marcada por todo tipo de contratiempos. El mayor de todos: la ausencia de Lien, que nunca había sido informado del hecho. Al final el galardón fue entregado simbólicamente a una fotogénica niña.
Ahora el galardón fue cancelado en medio de una confusa disputa, con el Ministerio de Relaciones Exteriores sosteniendo que la asociación que lo entregaba actuaba por fuera de sus competencias artísticas y la agrupación reivindicando su derecho a continuar con la iniciativa. El anuncio fue curiosamente publicado en la página web del Ministerio de Cultura.
Lo más curioso es que ya se habían anunciado los nombres de los candidatos finalistas para llevarse la segunda edición del premio. Entre ellos figuraban el presidente sudafricano Jacob Zuma, el primer ministro ruso Vladimir Putin, la canciller alemana Angela Merkel, el ex secretario general de la ONU Kofi Annan e incluso Bill Gates y Yuan Longping, el padre del arroz híbrido chino. No faltaban los candidatos hechos al molde de Beijing: el político taiwanés James Soong -miembro de la misma coalición de Lien- y el líder religioso tibetano Gyaltsen Norbu, más conocido como Panchen Lama y –a diferencia del Nobel Dalai Lama- muy cercano al gobierno chino.
Beijing siempre se ha opuesto a que los disidentes chinos, considerados criminales, sean reconocidos a nivel internacional. Varios de ellos –Hu Jia, Wei Jingsheng o el propio Liu- habían sonado para ganar el Nobel de Paz antes del año pasado.
El reconocimiento a Liu Xiaobo probablemente requería una respuesta por parte del gobierno, para desviar la atención de la Carta 08, el manifiesto que él ayudó a redactar y que reclama reformas políticas, garantías del respeto de los derechos fundamentales, un sistema judicial independiente y libertad de expresión. La declaración, que ha sido firmada por más de 10.000 personas, fue inspirada por la célebre Carta 77 que intelectuales y disidentes de la antigua Checoslovaquia redactaron en plena Guerra Fría.
Pero ahora que Liu Xiaobo cede la atención mediática a un nuevo galardonado y que continúa aislado del mundo, no parece haber necesidad para continuar con el Premio Confucio.
[Fotografía: gabrielelaporta.com]