Al noreste de Beijing hay un lugar con antiguas bodegas y fábricas de armamento, tuberías que entran y salen de viejos edificios, chimeneas altas de ladrillo y concreto, manchadas de un humo añejo, y maquinaria pesada que deja ver óxido en su acero. Este rastro de la era de industrialización comunista se funde con esculturas regadas por sus calles, galerías y estudios de arte, cafés y restaurantes, grafitis, colorido, cultura. Son el sello de un barrio ocupado por artistas.
Sus calles muestran la confluencia de tiempos y de gente, desde magnates en carros de último modelo hasta artistas principiantes deseosos de mostrar su arte en las galerías más prestigiosas de la ciudad. Es el Distrito de Arte 798, la ventana del arte contemporáneo chino para el mundo. Recorrer las calles de esta zona es enfrentarse con la historia reciente de China.
Desde la incipiente industria de los 50 y 60, pasando por la producción de armas y su abandono en los 80, hasta la invasión del movimiento artístico chino y el actual capitalismo desmedido que se vive en el país. El 798 tiene una historia propia que contar.
Del acero y el humo industrial al arte
En 1957, Dashanzi, una zona que para ese entonces podía ser considerada la periferia de Beijing, fue el lugar perfecto para crear la Fábrica Conjunta de Beijing 718, una zona que sirvió como uno de los primeros espacios industriales de la China maoísta. Allí se produjeron y almacenaron, principalmente, armas y municiones, que luego fueron enviadas a diferentes partes de China.
La zona fue el centro del poderío armamentístico de la naciente República Popular China, hasta el punto que una de las primeras vías ferroviarias de la ciudad fue construida para unir la estación de trenes de Beijing con este complejo. Hoy, algunas locomotoras quedan como prueba de esta época. En la China comunista, las funciones de los edificios eran indicadas por números y divididas por zonas. El siete correspondía a las estructuras militares, y luego, cada fábrica tenía su propia identificación.
El 798 era una de estas fábricas armamentistas ubicadas en Dashanzi. Gracias al apoyo de los aliados, la Unión Soviética y Alemania del Este, el diseño de las fábricas se hizo basado en el concepto Bauhaus, buscando aprovechar al máximo el espacio y la luz natural, con techos altos y grandes ventanales. Este estilo fue fundamental para que luego, una vez abandonadas las fábricas, los artistas decidieran usar estos lugares como estudios y centros de exhibición. Estuvo en funcionamiento hasta finales de los ochenta, cuando el presidente Deng Xiaoping inició la apertura económica china y cambió la dirección de la industrialización. A finales de la década, el 60% de los trabajadores habían abandonado la zona.
El renacer del 798
La década de los 80 vio una breve apertura del arte en China; una liberalización del fuerte control implementado durante la Revolución Cultural que culminó en 1976. En esa época surgieron nombres de la talla de Ai Weiwei, Hou Hanru y Gao Minglu. Sin embargo, tras los incidentes de la Plaza Tiananmen de 1989, la escena artística de Beijing fue de nuevo censurada y atacada por el gobierno, pues todos los movimientos de masas volvieron a ser considerados insurgentes.
Los artistas se convirtieron en seres periféricos, sin un lugar común para desarrollar su arte, especialmente aquellos que crearon los movimientos artísticos “Pop político” y “Realismo cínico”. La crítica internacional acogió estos movimientos como “representantes de un arte underground y disidente bajo un régimen comunista. Irónicamente, tal interpretación basada en una lógica de la Guerra Fría, condujo al éxito comercial de los artistas y así se transformó su status”, dijo el artista chino Wu Hung, a la revista de arte Timezone 8. Algunos artistas empezaban a exponer -y otros a vender- sus obras en países extranjeros, y se hizo evidente la necesidad de tener un espacio físico para trabajar y desarrollar estas nuevas corrientes.
El 798 se ofrecía como un espacio perfecto: fábricas con mucha luz y a bajos precios. En 1995, la Academia Central de Bellas Artes -una de las instituciones artísticas más importantes de China- fue una de las primeras en identificar el potencial de esta zona, cuando usó el área de Dashanzi para una de sus exposiciones. En el 2000, Sui Jianguo, decano del Departamento de Escultura, abrió su propio taller en el área, y luego fue seguido por decenas de artistas plásticos, atraídos por los grandes espacios abandonados.
El barrio empezó a ganar popularidad en el gremio y se consagró como zona artística con la llegada del Huang Rui, uno de los fundadores del movimiento de arte contemporáneo chino. “Con Huang Rui comenzó la gran metamorfosis que transformó Dashanzi en lo que es hoy”, dice el crítico de arte Jorge Larrañaga a la revista Art Signal, pues fue él quien lideró el movimiento para convertir el barrio en un espacio único del desenvolvimiento del arte moderno en Beijing.
Entre el año 2000 y 2002 la zona fue ocupada por artistas que buscaban un espacio propio, y el movimiento no sólo atrajo chinos. Uno de los primeros en mudarse fue el norteamericano Robert Bernell, quien trasladó su librería Timezone 8 en 2001. En el mismo año, Tabata Yukihito, dueño de la Galería de Tokio, decidió probar suerte en Beijing, y en conjunto con Huang Rui inauguró Beijing Tokyo Art Projects, la primera galería de arte del 798. Sin embargo, este movimiento espontáneo no estaba en la agenda gubernamental.
El proyecto de construcción para la zona no tenía previsto un distrito de artes, sino uno de tecnología, y por lo tanto tenían programada su demolición en 2005. Para el 31 de diciembre todos debían desalojar el lugar. Muchos artistas, e incluso miembros del gobierno como el diputado Li Xiangqun, se opusieron a su destrucción. En una carta enviada al gobierno pidió “la suspensión inmediata de la demolición y una revaluación del área como potencial centro cultural”.
Después de meses de discusión, el gobierno cedió y el 798 se convirtió en el primer distrito de arte reconocido y protegido de China. Hoy cuenta con 115 galerías abiertas al público -la mayoría de ellas de entrada gratuita-, tiene una extensión de 640,000 metros cuadrados y anualmente es visitada por 700,000 personas, convirtiéndola en la tercera zona turística más importante de Beijing -después de la Ciudad Prohibida y la Muralla China.
Libertad y censura en el camino
“El 798 le ha dado a Beijing, y por extensión a China, un lugar donde el arte contemporáneo puede prosperar a la intemperie. Es un punto de encuentro, un centro de intercambio. Su aparición fue clave para que el arte chino saliera de su estado “underground” de los años 80 y 90”, afirma Philip Tinari, director del Centro Contemporáneo de Arte Ullens (UCCA), uno de las galerías más importantes de China, situado en el corazón del 798. Muchos artistas encontraron en el Distrito de Artes 798 un espacio donde la libertad de expresión y de desarrollo artístico era único en el país.
“Cuando el barrio se desarrolló como centro cultural de arte, tenía una visión personal, una perspectiva individual que lo convirtió en único”, dice Li Kelin, profesora de artes de la Universidad del Pueblo de Beijing.
“Tenía su propio espíritu libre. Había muchos artistas chinos serios que trabajaban allí y que finalmente alcanzaron su propio éxito”, añade. Muchas obras críticas a la era maoísta se realizaron en este lugar, lo que le dio un reconocimiento en China y en el exterior. Aunque el gobierno nunca ha aceptado movimientos contra-revolucionarios, como son llamados los grupos críticos por el Partido Comunista, el 798 se convirtió en el centro de una conciencia colectiva insurrecta y denunciante sobre hechos políticos como la Revolución Cultural o el sistema totalitario. Sin embargo, desde su reconocimiento por el gobierno como espacio cultural protegido en 2006, el barrio ha pasado por varios cambios.
En un principio la posibilidad de mudarse a la zona era uno de los alicientes para nuevos miembros. Ahora, los altos precios de arrendamiento no lo permiten. “El barrio se ha comercializado mucho y esto no ha sido bueno para los artistas. Ellos buscan un lugar libre, pero este es un barrio de moda por la intervención del gobierno”, dicen Gao Zhen y Gao Qiang, más conocidos como los Gao Brothers, unos de los artistas más polémicos e importantes del 798 y de los primeros en mudarse al barrio.
Ellos han vivido en carne propia los cambios por los que ha pasado el arte chino desde 1985. La censura es uno de los principales problemas. Si bien el 798 se dio a conocer por la libertad que brindaba, desde el 2007 agentes gubernamentales hacen mayor presencia en la zona. “Todas las exposiciones tienen que pasar la inspección del gobierno. Hay muchos espías que pasean por el barrio y reportan lo que les resulta sospechoso”, cuentan los hermanos Gao. “Por ejemplo, nuestro espacio hacía exposiciones públicas. Cerró por que a los inspectores no les parecían adecuadas nuestras obras”, añaden.
Dinero de por medio
Si bien el Distrito de Arte 798 de Beijing es la ventana de arte más grande de China, varios obstáculos han hecho que el espacio pierda un poco su sentido de libertad y se convierta en un modelo comercial.
“Creo que existe una mano invisible que está detrás de los intereses generales del 798. Espero realmente que los artistas puedan ganar el suficiente dinero para vivir y así obtengan una visión artística mucho más independiente del mundo político y económico que los rodea”, dice Li. Para otros, el barrio aún conserva su espíritu natural, y los cambios recientes no necesariamente opacan su esencia. “Si bien ha cambiado mucho desde su concepción inicial, yo no creo que ese cambio sea negativo. Por el contrario, creo que la apertura del barrio, a lo que muchos llaman comercial, se presta para expandir el arte, tanto en creación como en divulgación, en términos de público al que le puedes llegar”, dice Daniel Ruanova, un artista mexicano establecido en Beijing.
La comercialización del barrio y la presencia gubernamental parecen demostrar que el gobierno ha optado por ignorar ciertos aspectos de un arte contra-revolucionario, y más bien le ha puesto atención a la gran cantidad de capital que mueve la zona. “El 798 es casi como una "zona económica especial", donde las cosas que suceden no serían aceptables en otros contextos.
La ciudad y el poder central son muy conscientes de lo que pasa aquí, y hasta cierto punto, reconocen la importancia de lugares como este para la maduración continúa de la economía china”, comenta Philip Tinari. El Distrito de Arte de Beijing 798 es un espacio único, no sólo en China, sino tal vez en el mundo entero. Es un espacio público que permite la interacción entre los visitantes y el arte. Varias piezas se encuentran regadas por andenes y plazas del lugar y el público puede fotografiar, tocar y hasta subirse en algunas de ellas. Las galerías y talleres que se encuentran en las antiguas fábricas mezclan dos mundos opuestos.
Los imponentes muros grisáceos y los ventanales descomunales contrastan con las creaciones artísticas de la vanguardia china. Las calles llenas de tiendas, restaurantes y bares, confluyen con muros poblados de color y de grafitis que invitan a reflexionar sobre la rapidez del cambio que ha tenido China en los últimos años. “Por muchos años los ciudadanos chinos no supieron como surgir como individuos. Y ahora existe la posibilidad de pensar por sí mismos, por lo menos mucho más que antes. Por eso es importante asumir riesgos propios y aprovechar las posibilidades actuales”, concluye Li Kelin.
Artículo producido para El Tiempo, Colombia
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