Laura Zurbano Amo es una arquitecta española que llegó en 2007 y se quedó colaborando en el boom de construcción que vive el país. Estos años en China cambiaron su forma de ver la arquitectura, y no solamente eso.
Es el último día del año en un edificio en construcción en Beijing. El edificio contiene catorce viviendas de lujo, dos por cada piso. Los departamentos hubieran debido entregarse ese 31 de diciembre, pero se han terminado unos días antes.
Los futuros propietarios visitan el lugar. Las mujeres con tacos altísimos, los hombres vestidos con saco y corbata, suben las escaleras y bajan: están satisfechos de lo que ya consideran su nuevo hogar.
En el mismo campus hay cuatro edificios nuevos, uno en cada extremo. Al centro hay una fuente en la que flota una tortuga dorada y una garza que despide un chorro de agua por la boca. Cruzando la calle hay otro conjunto de edificios: éstos tienen estilo art deco, con fachadas de concreto liso y cúpulas de cristal. Todos nuevos.
Nunca antes una civilización humana había construido y destruido tanto tan rápidamente. El proceso de urbanización comenzado hace 30 años ha constituido la migración interna más populosa que se conoce hasta el momento. En los próximos diez años se desplazarán en el país 250 millones de personas del campo a la ciudad. Esta migración representa además una transformación en las ciudades y creación de nuevas metrópolis.
En este proceso de construcción muchos arquitectos e ingenieros extranjeros -particularmente españoles y latinoamericanos- han encontrado una oportunidad inmejorable para desarrollar su carrera. En especial desde el 2008, cuando estalló la crisis inmobiliaria en España. La escena se repite. Arquitectos españoles, clientes chinos. Son los constructores del país.
Laura Zurbano Amo es una joven española que llegó a estudiar chino, pero se enganchó en el tren del boom inmobiliario. Justo cuando la burbuja de la construcción acababa de colapsar en su propio país. Laura comenzó a estudiar chino en su país en 2007. Era la época anterior a los juegos olímpicos y en Beijing se estaba construyendo parte de la arquitectura más interesante del momento. En esa época también hizo un viaje turístico por China que la cautivó y entonces se dijo que sería bueno pasar un tiempo prolongado en el país.
¿Cuáles fueron sus primeros pasos profesionales en China?
Antes de buscar trabajo en Pekín, me dediqué durante un año a seguir estudiando chino porque lo consideraba imprescindible para desenvolverme cómodamente y conocer con más profundidad el país. En ese año de estudio conocí a mucha gente. Entre ellos a un arquitecto occidental que llevaba varios años en Pekín y que estaba comenzando su carrera de manera independiente. Hicimos un equipo de trabajo y empezamos a realizar proyectos relacionados con la educación, como colegios y orfanatos, para un único cliente que financiaba este tipo de proyectos en una área muy rural de su provincia.
Fue una época muy interesante porque me permitió conocer de lleno el funcionamiento e importancia del guanxi (los contactos). Y sobre todo conocer personas chinas de estratos sociales muy diferentes. Pero también me encontré con las dificultades de ser un individuo (occidental) y no una gran empresa. Por lo tanto, a la hora de gestionar los cobros, los visados, los seguros… estábamos solos y había muchos problemas. Después de este periodo, que fue interesantísimo, comencé a trabajar para la empresa privada china.
¿Qué ventajas y qué desventajas tiene el desarrollar la profesión de la arquitectura en China?
Las ventajas son que el mercado es muy amplio y ofrece la oportunidad de realizar proyectos de tipologías muy distintas y de gran escala. Nos contratan como expertos por nuestra capacidad creativa, que ellos han desarrollado de manera muy diferente. Por lo tanto tienes la oportunidad de trabajar en el diseño de trabajos muy interesantes con el respaldo de un gran equipo que lo desarrolla de una manera muy rápida y eficaz. El problema es que en muchas ocasiones el cliente difícilmente busca una imagen que coincide con la nuestra. Quiere dar imagen gloriosa de su empresa con el menor coste posible. Y los estudios de arquitectura en China ante todo son empresas cuyo fin fundamental es hacer dinero. Por lo tanto quieren asegurar el encargo y para ello presentan distintas propuestas para que el cliente elija. De esta manera es difícil profundizar en una buena idea.
¿Ha cambiado su forma de diseñar desde que está en China?
Absolutamente. En occidente aprendemos a que la arquitectura es espacio y forma. El proyecto de un edificio parte de una idea, del estudio del entorno, de factores que condicionan que el edificio sea así y no de otra manera. Todo eso aquí no sirve. Lo fundamental aquí para un cliente, es recibir una imagen rápida y realista de una fachada sugerente y en la mayoría de los casos caprichosa de un edificio.
¿A qué arquitectos admira?
Arquitectos como el portugués Alvaro Siza o el español Campo Baeza, son grandes maestros que tienen una especial preocupación por el respeto por el lugar, la escala humana, el uso de la luz…ellos analizan todos estos factores, los estudian profundamente y a partir de ahí establecen un diagnostico concreto y preciso. Este diagnostico es su edificio.
¿Se siente a veces frustrada por la diferencias en la cultura laboral entre lo que usted conocía y lo que vive aquí? ¿Qué cosas no entiende?
Es difícil trabajar en un entorno en el que la falta de comunicación es una constante, pero no hablo solamente del idioma. Muchas veces para ellos supone un esfuerzo extra tratar de explicarte cada asunto, y por lo tanto lo resumen de tal manera que pierdes la mitad de la información. Y cuando tratas de defender tu trabajo o tomas una postura fuerte, te contestan: “no, es que en China es así”. Otro problema es la falta de seguimiento a los proyectos.
Anteriormente había trabajado 5 años en España en diferentes estudios de arquitectura. Todos ellos eran equipos pequeños, en los que generábamos la idea y en la que uno mismo hacía el seguimiento en la fase constructiva e incluso en obra. Por lo tanto el resultado final era bastante fiel a la idea original. Este seguimiento del proyecto en China, por lo menos en mi caso, es imposible. Trabajo una gran empresa dentro del departamento de ideación donde nacen los proyectos. Después de desarrollar una idea inicial, desarrollamos el proyecto a un nivel muy básico hasta que el cliente lo acepta. Después de esto, el proyecto pasa a otro departamento totalmente independiente de nosotros que lo desarrolla, y por lo tanto no hay un seguimiento. Normalmente dejas de tener información de como ha evolucionado el proyecto.
¿Le aconsejaría a un arquitecto extranjero venir a China a trabajar? ¿Por qué?
Le recomiendo venir a China a cualquier persona que venga con los ojos y la cabeza abierta, porque no dejas de ver cosas sorprendentes y de aprender que las cosas pueden funcionar de otra manera. Pero creo que es importante tener una experiencia laboral previa. Cada vez hay más competencia porque vienen arquitectos muy jóvenes de todo el mundo y por lo tanto los arquitectos sin experiencia solo optan a puestos bajos y con salarios ridículos.
¿Alguna vez se ha sentido arrepentida de haber escogido quedarse en China a trabajar?
Nunca. China es un país que te aporta muchísimas cosas positivas y que te hace evolucionar no solo como arquitecto, sino como persona. En las escuelas de arquitectura nos adoctrinan de una manera muy particular, sin embargo cuando te enfrentas al mercado real, te faltan muchas herramientas que nadie te ha enseñado. Este mercado es más extraño aun en China, así que aquí aprendes nuevas maneras de trabajar y a quitarte muchos prejuicios de la cabeza. No estoy de acuerdo en el método de trabajo, porque normalmente hay falta de organización y el tiempo es escaso, por lo tanto no hay tiempo para reflexionar en un buen proyecto. Pero la parte positiva es que se adquiere una gran agilidad a la hora de generar nuevas ideas y se participa en proyectos generalmente muy interesantes. Lo mejor del trabajo es poder convencer al cliente con tu proyecto personal y poder llevarlo a cabo con todos los medios.
¿Cuál sería su definición de una buena obra arquitectónica?
Un edificio para ser una buena obra arquitectónica debe aportar algo positivo al lugar donde se encuentra. Debe ser mejor su presencia que su ausencia y debe generar un espacio público interesante o ser una referencia en una ciudad independientemente de su escala.
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